Pensando las políticas culturales I. Entrevista a Daniel Cholakian: "¿Cómo hacemos para que nuestra voz sea atravesada por la de los otros y no que la voz de los otros sea atravesada por la nuestra solamente?"


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Formamos parte activa del circuito cultural y artístico desde hace muchos años. Vivimos en Buenos Aires pero venimos de distintas provincias y ciudades del país, por lo tanto la idea de lo federal y de una política que no se quede mirando el Obelisco siempre nos desveló. Un buen día, hace poco, nos dimos cuenta de que no teníamos las herramientas necesarias como para poder formarnos una opinión respecto de las políticas culturales impulsadas por el Estado en los años del kirchnerismo. Razón por la cual, en los últimos meses, nos abocamos a realizar entrevistas a personas que según nuestro criterio tienen algo importante para aportar, ya sea porque estudian el tema, porque son gestores y artistas que viven aquí o lejos de Buenos Aires, o porque ocupan un lugar en la función pública.

Mientras estábamos terminando de hacer las entrevistas (todavía nos quedan algunas más por realizar), de desgrabarlas y de escribir una nota más abarcadora que las reuniera, ganó Mauricio Macri la presidencia de la Nación. Es posible que eso modifique nuestra percepción y la de los entrevistados respecto de una política cultural a la que le veíamos fallas aunque sabíamos que se había avanzado mucho. Ahora que estamos ante el acabose relucirá mucho más todo lo realizado en estos años.

Es por ello que pedimos tengan en cuenta que todos los entrevistados hablaron y analizaron la política cultural desde un presente que excluía la posibilidad de la Alianza Cambiemos en el gobierno. 

Daniel Cholakián, además de ser compañero de La Tribu -donde hace Bajo el Volcán junto a Carlos Prado y equipo- es sociólogo, trabaja en la Secretaría de Coordinación Estratégica para el Pensamiento Nacional y es responsable de la sección cultura del sitio web para América Latina y el Caribe Nodal

Sus reflexiones son profundas y hablan de un tipo apasionado y conocedor de lo que habla. La entrevista abajo. 

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- ¿Cuáles son los componentes que debe tener una política cultural?

- Yo creo que estamos en un momento de transición de las políticas culturales en el mundo, especialmente en los países de América Latina. ¿Por qué? Porque pasan al menos tres cosas fundamentales. Una es la reconstrucción de los Estados que estaban destruidos y desmantelados. Otra - y esto es claro en Bolivia, Ecuador y también acá- es la aparición de un nuevo sujeto que son los pueblos indigenas, pero como referencia de la aparición de otras culturas. Mientras en Bolivia aparecen los indigenas como nuevos actores, en Argentina, además de los indigenas -que estaban invisibilizados y si bien hoy siguen teniendo un lugar marginal, tienen una voz audible- aparecen las nuevas minorías como los extranjeros, los homosexuales, los travestis, todo ese conjunto que conocemos como nuevos grupos sociales que adquieren nuevos derechos y visibilidad. Y el tercero es la diversificación de la matriz de la producción artística. Empieza a pasar en todos los países que se diversifica la gente que produce arte porque hay escuelas, educación, hay intercambios y nuevos aprendizajes. En Argentina vos tenés el cine como gran emergente, pero empezás a tener tipos que hacen músicas en otros lugares, y no hablo de La Renga produciéndose por su cuenta, hablo de Tonolec, tipos que están investigando, haciendo antropología musical. Eso pasa en Bolivia, en Ecuador están haciendo hip hop en quechua, en Paraguay hacen metal en guaraní. Aparecen prácticas artísticas nuevas en manos de la juventud porque las nuevas tecnologías lo han permitido. A partir de esto, en América, me parece que se están empezando a discutir cambios en las políticas culturales. Lo que nosotros teníamos hace poco eran políticas culturales casi de caja chica de los artistas, o sea secretarías, direcciones, ministerios, como quieras llamarles. Y en las provincias o en los municipios tenemos subsidiarias de su rango anterior: los municipios ven qué les manda Provincia y Provincia ve qué les manda Nación. Con todo el cariño del mundo que vos puedas tener por algunos tipos, vos llenás el país con León Gieco porque Nación te manda a Gieco, las provincias hacen lo mismo y en los municipios hacen el festival con lo que te manda Nación o Provincia. Esta forma de circular del arte, más ligada a una lógica de consumo que de política cultural, empieza a mostrar sus grietas. Las dinámicas de lo que pasa en América Latina con los movimientos sociales y los nuevos actores sociales demanda otra política cultural, se tienen que abrir nuevos ejes. 

- ¿Cuáles serían?

- Lo primero que diría es que el Ministerio de Cultura debe dejar de ser una productora artística en cualquiera de los órdenes: musical, cinematográfico o teatral. En Argentina nosotros tuvimos algo que fue importante como herramienta de un momento pero que hoy es problemático: la creación de los institutos. Surgen en los 90s por la destrucción del Estado. El 10 por ciento de la entrada de cine es un impuesto que mandó a transferir (Domigo) Cavallo a Rentas Generales, de modo que el Estado definía qué presupuesto iba a tener el INCAA y le transfería cuando quería. El INCAA se hace autárquico y autónomo justamente para poder conservar y generar sus propias políticas con ese 10 por ciento de la entrada, que hoy tiene un valor alto. Con la creación del INCAA aparece una nueva figura. Hoy tenemos Instituto de Teatro, Instituto Nacional de la Música, Instituto de Danza. Los institutos eran entes autárquicos y autónomos que se aseguraban un determinado presupuesto y a partir de eso podían generar políticas con cierta continuidad y cierto reaseguro porque iban a poder financiar los proyectos. Ahora bien, pasaron los 90s, el país tuvo una década de indudable crecimiento económico, todas estas áreas crecieron muchísimo en sus ingresos, pero hoy los institutos son autárquicos, autónomos y tienen sus propias políticas, entonces cómo hace hoy un Ministro de Cultura para ir y decirle al presidente del INCAA: 'La política del cine tiene que ser esta'. Por supuesto que puede haber cierta coherencia en las políticas de uno y otro, pero los institutos son hoy una barrera para que la política de un ministerio sea consistente en todos los órdenes. Vos tenés hoy el Centro Cultural Kirchner que va a tener un presupuesto casi tan grande como el del Ministerio de Cultura. Es necesario que la política se defina alrededor de una política cultural global que además tiene que ser federal.

- ¿Cuáles son los otros ejes?

- Hay que agregar un eje patrimonial. Argentina no tiene política patrimonial y el patrimonio cultural argentino está completamente disgregado. El Ministerio de Defensa hizo una jornada de Patrimonio Cultural porque los militares llenaron todas las dependencias de cuadros, murales, documentos históricos, que es patrimonio cultural que hay que recuperar. Lo mismo los bancos. El Banco Ciudad tiene piezas de oro, cuadros, tapices, un montón de piezas que hay que reconstruir. Además hay que ir a buscar patrimonio con equipos de antropólogos y arqueólogos, y reconstruir una política museística que esté más cerca del Museo de Altura de Salta o del Museo Malvinas, que son modernos, que de los viejos museos tradicionales. La otra política es educación integral artística. Seguimos creyendo que los pibes tienen que aprender matemáticas y no guitarra, danza o teatro. Tiene que ser una política artística que no sea la de la escuela con maestros de dibujo o de música; una política que atraviese los grados y las gestiones, que un pibe de tercero de escuela pública vaya a estudiar con un pibe de quinto de escuela privada y tener en cuatro años un millón de pibes dentro de un sistema integral de arte. Todos sabemos que aproximarse al arte es potentísimo en términos de creatividad, de romper tabúes, de romper temores, de relacionarte con el otro. Nadie pide que esos pibes sean artistas sino que hayan tenido la experiencia artística. Porque además eso genera espectadores más críticos (entre comillas).

- A partir de lo que decís entiendo que se trata de abrir y ver cómo hacer para funcionar interdisciplinariamente con otros ministerios, no de implementar políticas culturales desde un Ministerio de Cultura.

- Por supuesto. Si no nos convencimos de que la política cultural tiene que ver con esos órdenes atravesados, con esos encuentros con otros espacios, vamos a seguir siendo una usina de espectáculos. Unos harán la Bienal de Arte Joven, como hace la ciudad de Buenos Aires, y otros harán teatro en la Villa 21. Pero yo te digo una cosa: Baremboin en Puente Alsina te lo puede hacer tanto el gobierno de Macri como el de Cristina Fernández.

- No expresa una mirada.

- No expresa una mirada, no expresa una política. Y ninguno de los dos gestionaría eso de tal manera que los habitantes de ese lugar (los que tansitan, los que se encuentran, los que comparten lenguaje y prácticas culturales) se puedan apropiar de Baremboin. De esta manera, si te lo mando un sábado a la tarde a que toque, nunca te vas a poder apropiar de Baremboin, es otra la política la que hay que hacer para que ese colectivo se apropie de la música que toca Baremboin. Este es un problema. Las políticas culturales, en términos generales, no cejan de ser las políticas que fundaron los modernos sushis de los 90s en la ciudad de Buenos Aires; por supuesto que con matices, pero me refiero a la lógica de producción.

- ¿A vos te parece que hay una mirada de Estado sobre la cultura? ¿En qué se expresa?

- Uff, difícil.

- Hay tres momentos...

- Este gobierno tuvo cuatro gestiones. La primera de (Torcuato) Di Tella es absolutamente olvidable. En la de Pepe Nun hay que rescatar un reordenamiento impresionante. Yo personalmente rescato el haber abierto el teatro Cervantes y haber planteado un Cervantes Federal. Eso es gracias a la gestión de Nun, Rubens Correa y Claudio Gallardou (director y subdirector del teatro) que implementan el modelo que hay hoy. Recordemos que el Cervantes estuvo cerrado durante un año y pico con un conflicto terrible, hubo que reconstruir muchas cosas que se fueron destruyendo, estaba destinado a la ruina. Una de las primeras cosas que Nestor Kirchner le encarga a Nun es que logre abrir el Cervantes y lo hizo. Y además es federal porque sale todos los fines de semana a pueblos donde no hay teatros, la gente de pueblos ceranos viaja y desde las chatas ven lo que se monta en la plazas, eso es el nuevo Cervantes, más allá de la calidad de las obras. Volvió a producir. El Cervantes todos los años presenta estadísticas y el crecimiento del público en el país es muy interesante. Después vino la gestión de Coscia...

- Perdón, estaba la idea de Café Cultura en el final de la gestión de Nun. El café es una idea porteña y no es tan del resto del país.

- Es muy particular porque en las capitales del interior el café se toma en los hoteles. El tema del café entrañaba una absoluta centralidad en cuanto a qué discurso se constituía. Digo, más allá de que Hernán Brienza vaya y hable con una mirada revisionista y -si querés- federal, no deja de ser un porteño que le mandás. Es lo mismo que decíamos con los recitales, te mando a Gieco, que es de Santa Fé pero es un tipo que está acá, triunfó acá, te mando un famoso de acá. Es cierto que funciona para convocar, el riesgo que hay que tomar es cómo combinar los discursos para que sean apropiados para el lugar al que vas. Entonces, si voy a hablar de energía a Neuquén, donde hay un problema central con el extractivismo, puedo llevar de acá a Enrique Martinez, que sabe de energía y sabe lo que pasa ahí, y por supuesto convocar a alguien de allá. Esta construcción de 'mandar a' entraña un centralismo y entraña la lógica del espectáculo, la lógica del consumo. En el caso de alguien que va a hablar no estamos hablando de un bien artístico, pero estamos hablando de consumo cultural. Una cosa que marcó la política cultural y es muy complicado analizar pero es la marca central de estos diez años, es lo que llamamos industrias culturales. El cine lo es, la discográfica y las editoriales también. El concepto de IC en la discusión teórica es de comienzos de los 90s y aparece como algo para debatir, pero también como una potencia. Hoy Argentina tiene más exportación del conjunto que llamamos IC que de minería. El 3 por ciento del PBI argentino está representado por IC y creo que se exporta el 1.8, mientras que minería exporta el 1.3. Más o menos esa es la relación año más, año menos. Entonces, también tenés que pensar en lo que se llama la nueva economía que no contamina, que produce trabajo para una cantidad de sujetos que estaban aislados del mercado del trabajo como artistas.

"El Estado no puede meterse en qué vendés vos, qué ofrecés a ese mercado, el Estado va a terminar siendo el espacio donde eso se cristalice. También tiene que ser el Estado el que fomente, por otro lado, el pensamieno crítico, la producción poética en cualquiera de las disciplinas, para que sean el reaseguro de que lo que el mercado va a ir teniendo es otro tipo de propuesta"

- El MICA (Mercado de Insutrias Culturales) es una expresión de eso.

- Si yo tuviera que decirte una marca de esta gestión te diría esto: ¿La marca es inventar las IC? No, por supuesto. Es identificarlas, caracterizarlas y meterlas en las estadísticas. Esto parece una boludez, pero no había una cuenta nacional y por lo tanto no podíamos mensurar cuánto participaba la IC del PBI. Y después generar estos espacios MICA donde se encuentran, intercambian y se producen negocios. Ahora bien, ¿cómo miramos críticamente el tema de la IC desde los que pensamos las políticas culturales? Yo me tomo de un reportaje a Daniel Link donde decía que la cultura es la afirmación, lo positivo; el arte es la negación. Creo que ahí hay que pararse. Habría que pensar esa dialéctica entre cultura y arte, entre lo positivo y la cristalización de modos, sentidos, significados, relatos; y lo negativo que tiene el arte, el cuestionamiento, el destruir,  el ir contra. Me encanta pensar  en términos de lo poético, de aquello que viene a desarmar lo que está armado, a deconstruir, lo que viene a repensar y a reponer en escena (en la escena liguística, cinematográfica o plástica) aquello que se desarmó. Y la cultura como aquello que organiza, cristaliza, sedimenta, da sentidos colectivos. En esa dialéctica es donde tenemos que ser capaces de pararnos para pensar políticas culturales.

- Es fantástico eso. Pensando en el MICA, uno a veces se refiere a las IC como las divisas que genera una multinacional como Sony para el país. Sin embargo, la mirada que tiene el MICA sobre la cultura es una más integradora donde podés encontrarte con un gestor cultural independiente de Fomosa. Esa, creo, es también la mirada que incorpora el Estado, no sólo lo probado sino también a los gestores que vienen a rondas de negocios con ecuatorianos. Y lo hace desde un lugar que se parece más al nuestro, al que ocupamos en La Tribu, que al de un gran empresario de la cultura. Más allá de los cuestionamientos que uno pueda tener a la mirada del mercado, me parece que un Estado tiene que prestar atención a eso. Y si integra a esos proyectos minoritarios, mejor.

- A ver... Es como decir que no produzcamos autos porque es una industria. Es una discusión que está salvada porque no tiene sentido decir que el arte no tiene que venderse o negociarse. Yo doblaría la apuesta, y ahí sí me parece que hay falencias. La discusión respecto de la concepción de las IC y de un Estado que las promueva, favorezca el encuentro, la producción y el aprendizaje, está saldada en sí misma porque además no son industrias contaminantes donde hay una super explotación, salvo en algunas, pero en términos generales no vamos a discutir las IC. Lo que sí podemos discutir es si no terminamos generando un espacio que cristalice un producto para que sea vendido. Eso es lo preocupante. Por eso yo decía que si entendemos el arte como lógica de consumo empezamos a reproducir un producto que se consume porque ese producto termina siendo vendible en un mercado que viene a comprar como el del cine, la televisión, la publicidad, los videojuegos o los comics. Cualquiera fuere. En todos esos mercados puede haber reproducción sistemática para que esos productos sean vendidos. Entonces, el Estado no puede meterse en qué vendés vos, qué ofrecés a ese mercado, el Estado va a terminar siendo el espacio donde eso se cristalice. También tiene que ser el Estado el que fomente, por otro lado, el pensamieno crítico, la producción poética en cualquiera de las disciplinas, para que sean el reaseguro de que lo que el mercado va a ir teniendo es otro tipo de propuesta. Pero hay una tercera cosa que es fundamental para hablar de políticas culturales y sus ejes; hay un eje que no se ha medido que es el de circulación e integración regional. No tenemos políticas de circulación de los bienes culturales. Vamos al caso del INCAA donde esto se discute: se estrenan 150 películas argentinas que se ven en uno o dos horarios en el Gaumont, muchos de los productores, vamos a ser sinceros, sólo las hacen porque les sale gratis; o sea, tienen subsidio del INCAA, la estrenan un día y se acabó el problema. Hay 55 salas INCAA digitales en el país hoy, van a haber 50 más; salió el financiamiento para que haya 30 salas INCAA en UNASUR, esto quiere decir entre dos y tres salas por país, pero no existe la decisión política de que salgan a circular. Esto en el caso del cine. Y tenemos una cosa fabulosa, hoy las 55 salas digitalizadas tienen en su techo la posibilidad de montar la antena para que ARSAT mande la película, o sea, la película no va ir más por DCP. Lo importante de ARSAT 1 y 2 es que son satélites de comunicación, y eso en términos de política cultural es glorioso, porque Argentina va a poder ser gran distribuidor de contenidos audiovisuales desde Candá a Tierra del Fuego. Esto es salir a competir en el mercado mundial. Pero vos podés hacer dos cosas: o hacés que TELEFE vaya por ARSAT a todo el mundo y lo venda, o hacés que los contenidos audiovisuales producidos en la región se distribuyan en la región, y eso es cómo vos elegís políticas culturales y a quién le das ancho de banda. Pero para eso hay que hacer una unificación de marcos legales. Hay un laburo que se viene haciendo desde hace muchos en el RECAM (Reunión Especializada de Autoridades Cinematográficas y Audiovisuales del MERCOSUR), que trabaja para unificar legislaciones. La idea sería que un subsidio argentino pueda ser dado a una película paraguaya, uruguaya o brasilera. Eso hoy se complica mucho porque para Brasil la película es una producción audiovisual en 35 mm que dure más de 60 minutos por decir algo. En Argentina es una producción audiovisual con tal soporte y no dice nada de la duración. Y Uruguay dice otra cosa. Entonces, para eso hay que unificar leyes. Hay un problema adicional, los productores audiovisuales de nuestros países se reservan los derechos de exhibición en su país. Todos los derechos: de cine, televisión y medios digitales. Pero cuando venden los derechos internacionalmente venden para todos los otros países, incluída Latinoamérica. Entonces, vos querés comprar Machuca para dar en cualquier país de América Latina y lo tenés que pagar como si lo fueras a dar en Alemania, lo cuál es imposible. Entonces, lo que hay que hacer es una Telesur del cine. Circulación e integración. Hay que replantear la circulación nacional del teatro, plástica, música, cine, pero además el pensamiento. ¿Cómo hacemos circular el pensamiento?, ¿cómo promovemos que dialoguen las diferentes voces del país, lo grupos indígenas del norte de Chaco con los mapuches, con los de Jujuy?, ¿cómo hacemos para que nosotros empecemos a dialogar? Hoy estaba leyendo un librito de Pasolini, un libro que habla sobre el lenguaje italiano, especialmente en discusión con el período fascista donde el lenguaje italiano se vuelve un leguaje único, algo que pasó también con el franquismo en España. Y él prefería un italiano atavesado por los dialéctos. Pasolini dice que la vida de uno es un lenguaje que se va a terminar cuando esté muerto y que las voces de los otros nos atraviesan siempre, entonces hay que hablar una voz que sea nuestra voz atravesada por la de los otros. ¿Cómo hacemos para que nuestra voz sea atravesada por la de los otros y no que la voz de los otros sea atravesada por la nuestra solamente?

"Las políticas culturales, en términos generales, no cejan de ser las políticas que fundaron los modernos sushis de los 90s en la ciudad de Buenos Aires; por supuesto que con matices, pero me refiero a la lógica de producción".

- Claro.

- Eso no es es sólo la circulación del objeto artístico o del objeto de consumo, es también la circulación del pensamiento, es la circulación en los medios de la palabra del otro.

- Ahí entramos en lo que generó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual y la mirada respecto de cómo pensar la televisión en la Tv Pública y Canal Encuentro, la Radio Nacional también, Nacional Rock. Pero existe una idea de impregnarse de otras voces para ver si se pueden propagar. Paka Paka...

- Si, me parece que más Encuentro y Paka Paka. La TV Pública está atravesando un proceso interesante, lo que pasa que está recorriendo el país con la lógica de 'vamos a ver qué pasa allá'. Y no acá. Un lugar es acá y es allá, el problema es cómo lo miramos. Buenos Aires es acá y es allá, es un allá de otros. Entonces nosotros miramos el allá, vamos a ver cómo hacen el asado con cuero en Chivilcoy, la fiesta de la flor en no sé dónde, pero no vamos a ver cómo está el tránsito en Resistencia. Eso es porque hay un acá y un allá, y esa lógica de los medios, en términos generales, los medios públicos la siguen sosteniendo. No pasa con Paka Paka, no pasa con Encuentro, que tienen una marca diferente y eso está clarísimo.

- Iba a esto: se puede pensar la (mal llamada) Ley de medios como una ley que también forma parte de una política cultural en la medida en que decide darle una radio a una comunidad wichi en Formosa por más que esa radio, como decía Lanata, le hable a cincuenta tipos.

- Es lo mismo que yo te decía antes. Nosotros venimos trabajando en la orgnización de encuentros grandes en todo el país y por esas cosas que van cayendo me tocó organizar en varios la parte artística. Cuando fuimos al noroeste convoqué a gente de Misiones y les propuese que vengan a presentar el Festival de las Tres Fronteras y una película misionera. Vinieron quince personas, tuvimos problemas de comunicación, esas cosas que pasan. Había venido Daniel Valenzuela de Posadas con una chica de cultura de Misiones. Presentaron y vimos la película. En esa función había tres chicas santiagueñas. Me dijeron: 'Qué bárbaro, no sabíamos que había cine en Misiones, estamos muy contentas. ¿Qué más puedo ver?'. Esas chicas estaban con una docente que había venido a Buenos Aires para Emancipación e Igualdad. Estuve en Santiago hace poco y esas tres chicas estaban ahí, vinieron a saludarme: 'Qué bueno que vinieron a Santiago'. ¿Qué quiero decirte con esto? No importa si tengo cien, esa tres chicas estudiantes universitarias, que no sabían que había cine en Misiones, que no habían podido dialogar con tipos que para ellas eran importantes y lo hicieron cara a cara, valen un montón. Valen que vos te pases viajando, yendo y viniendo. Y ese encuentro es de una valía increible. Esto de si son cien o son tres, o son veinte, como dice Lanata... ¿Por qué hay veinte que no tienen derecho a escuchar otra cosa? ¡Lo tienen! Creo que justamente uno de los defectos de la Ley de Medios es que Cultura no sea un actor fundamental, porque seguimos creyendo que Cultura es arte y elite intelectual, y no es así. Cultura tiene que articular con universidades, cosa que no se hace habitualmente, porque las universidades siguen creyendo que son ellos y no otros los que tienen la palabra. La universidad se jacta de ser el dueño de la palabra y el pensamiento sólo se genera en palabras, según ellos mismos. Son los dueños de la palabra que es capaz de pensar. Cultura tiene que articular con universidades y meter en las universidades cosas diferentes. Nos pasó en Neuquén. Me tocó hacer algo y la llamé a Luisa Calcumil. Le digo: '¿Qué podemos hacer?' Y me dijo que tenía una obra para hacer en la universidad, que conocía el lugar. Me pasó un video, yo conocía la obra porque la había visto años antes y le dije que sí. Viniero treinta personas emocionadas, adentro de la universidad, que la iban a abrazar a Luisa llorando. Afuera, en una pantalla gigante, estaban dando el River- Boca cuando River elimina a Boca de la Copa Sudamericana. Era el mismo evento organizado por nosotros.

- Es una buena muestra de cómo una cosa no anula la otra.

- Claro. En la universidad metimos a Luisa Calcumil, una actriz mapuche que viene de un pueblito y que no es parte del ámbito académico, y Boca- River. Nosotros creemos firmemente que eso tiene que ver con políticas culturales, porque 500 tipos viendo Boca- River, entre los cuales debe haber 200 de Boca y 200 de River, sentados y tomando mate como estaban, es algo que tiene que ver con lo que hay que hacer circular.

- ¿En qué medida estas trasformaciones dependen de un mirada de Estado y en qué medida de una mirada individual, y cuando esos tipos que ocupan cargos en el Estado se van hay algo que deja de pasar?

- Es lo complicado de hacer política. Tenemos un ministerio desde hace un año, no hace quince años. Tenemos una política cultural que replica con matices una matriz que tiene que ver con un Estado gestor de la producción artística muy vinculado o al modelo de la elite -Magdalena Falace armando las bienales en el exterior- o a un modelo de cultura popular como las fiestas regionales. Pero tenemos políticas culturales de ese orden. Hacemos el BAFICI o un festival un poquito más popular, o hacemos la Bienal de Arte Joven -que no la reprocho, me encanta- o hacemos un concurso artístico más abierto con subsidios para todos y todas, o hacemos el FIBA, que es una maravilla, o modelos de festivales de teatro en el interior donde 'mandamos' obras. Elegí el matiz, pero la matriz no cambia. Cambiar la política cultural es hacer política cultural.

- Y dejar de identificar las expresiones que uno va tratar de difundir o fomentar con la estética del mercado. Yo estuve en la Bienal de Arte Joven y estuve viendo plástica, danza, pero me voy a referir nada más que a lo musical: son una máquina de seleccionar bandas que representen el modelo de mercado, un sonido totalmente standard. Pibes que tocan bárbaro pero no hay una mirada cuestionadora de nada. No me extraña, pero por otro lado digo que esto también lo encuentro en el modo de mirar de Ministerio de Cultura. 

- Totalmente de acuerdo.
 
- El Estado tiene que fomentar aquello que... Bueno, es raro porque cuando va a buscar a los artistas que son más disruptivos, esos mismos dicen que no, que no quieren ser cooptados.

- Eso puede ser. Por eso yo decía lo del MICA, finalmente toda la construcción estética, que es una construcción estético-política, está atravesada por la linea de aquello que se va cristalizando. Por supuesto que podemos sentarnos y mirar el modelo Campanella de ficción, Entre Caníbales, y mirar cualquiera de las series de Canal 7 y vas a encontrarte con modelos estético-políticos diferentes. Pero, sin embargo, no te vas a encontrar en ninguno de los dos casos con ninguna investigación formal, con ninguna disrupción formal, con ningún tipo de discusión respecto de lo que el mismo medio plantea. Hoy no lo tiene ni Capusotto eso.

- ¿Viste? Totalmente.

- En el cine encontramos cosas.

"Pensar qué pasa con los pueblos originarios en la cultura, desde Buenos Aires, es terminar fetichizando (de algún modo) el cuerpo simbólico de los pueblos originarios. Hay algo que no debemos hacer nunca: ni fetichizarlo ni hacerlo turístico. Esto significaría ir a poner la cultura al terreno de ellos y no al revés"

- La Bienal yo la ubico en oposición al BAFICI. Quizá no al BAFICI actual pero también. Uno sigue yendo al BAFICI...

- Pero vos lo querés mucho al BAFICI, como yo. Yo cada vez menos.

- Pero hubo una época en que era una ventana a una mirada vanguardista, desde lo estético, desde lo temático. Ahora se estandarizó un poco más, pero sigue siendo...

- También hay muchas cosas que nosotros veíamos en el BAFICI y fueron pasadas por arriba por la política. Hablo concretamente de las políticas de género, de sexualidad, de corporalidad. Argentina está mucho más adelante que los países del mundo, entonces las politicas de sexualidad argentinas son mucho más que la vanguardia de afuera. Tenemos pibes con dos madres y un padre, personas que a los seis años deciden su identidad sexual. Yo fui jurado del Festival de Cine de Derechos Humanos en cortos y mediometrajes. Lohana Berkins era parte del jurado. Había un corto holandés donde había un niño que tenía disforia de género, entonces lo tenían que mandar al hospital público para que le diagnosticaran la disforia y pudiera someterse al tratamiento hormonal. Y me decía Lohana: 'Esto es atrasadísimo respecto de nuestras leyes, porque lo medicalizan'. Lo meten en el sistema de salud y lo pueden medicalizar, o sea que el Estado diagnostica la identidad sexual del niño o la niña. Y estamos hablando de Holanda. Eso lo selecciona un festival de Derechos Humanos y la realidad es que está atrasado. Y en muchas cosas el BAFICI está atrasado repecto de las políticas de inclusión argentinas. Otra de las áreas que el BAFICI tenía siempre era la música, la vanguardia musical, y hoy no deja de ser un documental sobre cosas cristalizadas o sobre tendencias del mercado.

- Otra cosa a pensar es el festejo del Bicentenario, que en términos simbólicos fue muy importante. ¿Cómo lo ves vos?

- Hanna Arendt tenía un término genial que es la aparición. La aparición de un sujeto cualquiera, el nacimiento, ese momento en que irrumpe una voz que es diferente y que dice: 'Acá estoy yo'. Ese es un concepto fundamental. Ese sujeto irrumpe, en una realidad en la que no estaba, con una voz. Por supuesto que esa irrupción puede mantenerse, puede desaparecer, puede ser tapada o incluso diluirse entre las otras voces, pero el momento de esa irrupción es clave para entender la reconfiguración de un mundo simbólico. Después aparecen las tendencias que van a querer ocultarla, las tendencias que van a querer absorverla y subsumirla en un universo. ¿Qué hace la cultura? Se lo apropia, lo incorpora y lo propone como discurso propio y no como un discurso disruptivo. Pensar qué pasa con los pueblos originarios en la cultura, desde Buenos Aires, es terminar fetichizando (de algún modo) el cuerpo simbólico de los pueblos originarios. Hay algo que no debemos hacer nunca: ni fetichizarlo ni hacerlo turístico. Esto significaría ir a poner la cultura al terreno de ellos y no al revés. Eso es difícil, por eso creo que hay que cambiar ciertas cosas en términos de política cultural. En ese sentido, hay un problema de dinámicas. Cómo hacemos para que cada cuerpo simbólico, cada lenguaje, cada discurso, vuelva a hablarse por sí mismo. Por eso en el patrimonio cultural hay que incluir las hablas y las lenguas. Si consideramos que son piezas de museo terminamos perdiendo esa puesta en presente. Y si no lo ponemos en presente no van a poder discutir con el campo simbólico cultural, no lo van a poder poner en cuestión. Tienen que ser presente para estar incluyéndose allí, sino nosotros nos apropiamos de eso y lo ponemos en espacio de mueseo. Una discusión muy interesante tuve en Resistencia con un muchacho que era director del área de Artesanías de la municipalidad, un tipo con una claridad notable. Y me contaba que uno de los problemas de las artesanías en el presente es que se han incorporado al mercado cultural y para incorporarse empezaron a modificarse para ser aptas para la demanda, y perdieron, en algunos casos por completo, el producto artesanal original. O sea, las mismas chicas jóvenes que lo traen de su bisabuela, de su abuela, de su madre. El trabajo es llevarlas a que recuperen la pieza que era de su abuela y que recuperen su propio espacio simbólico. ¿Por qué no la hacés más útil que se va a vender mejor?. Eso ha pasado y han sido políticas de Estado. O vienen los diseñadores que son re cool y generan un espacio, y ponen en valor (una frase que yo odio y por eso la digo bien fuerte) las ropas que hacen estas personas para que se la puedan vender a los europeos. Y en realidad lo que hacen es acomodarlas a la demanda. En esa transición vos estás borrando esas voces, las diluís, estás subsumiéndolas y es muy problemático pensar desde la centralidad de la cultua cómo se incorporan esas voces a la cultura. Es realmente problemático. ¿Se abren caminos? Claro. ¿Pero se abrieron porque la Ley de Medios dice que tienen que haber radios para los pueblos originarios o porque los hicimos aparecer en el Bicentenario como parte de nosotros? ¿O se abren cuando los pueblos empiezan a reclamar? Yo creo que está ahí el punto. Y en esa apropiación de su propia voz, en ese recuperar el habla y poder inscribirnos en un espacio cultural. Nos pasa a todos. ¿Cuántas veces puteamos cuando vemos a un pibe que habla de canicas o reproduce la lógica de hablar neutral? Lo que está ahí es la pérdida de un campo simbólico, de tu propia identidad, de cómo construís tu visión del mundo. Cuando hacemos museo el habla de los pueblos indígenas, hacemos eso. Por eso es necesario una dinámica propia. El Estado puede después incentivar y hacer visible esa recuperación, claro que sí, pero es necesario que ese proceso exista y que el Estado se instale en los espacios de la ruralidad, en los pueblos originarios, en ciudades del interior, en las regiones andina.

- ¿Y vos qué ves? ¿Se instala o no?

- ¡No! El Estado sigue siendo centralista, por eso necesitamos una política federal. No es mandarles recitales, mandarles obras, mandarles películas.

- Eso habla de una unidireccionalidad.

- Claro. El INCAA tiene una política federal más interesante. El ENERC abrió escuelas en Jujuy, en Misiones, va abrir la escuela patagónica, otra probablemente en Cuyo; y ahí se van a formar pibes que van a ser los futuros docentes y realizadores audiovisuales regionales. Yo creo en ese modelo. Y creo que hay que hacer escuelas por disciplinas en cada región, que la cabecera de cine esté en Jujuy, la de danza en Salta y la de teatro en Catamarca, entonces los tipos que estudiaron en la zona norte, tienen el aprendizaje artístico y quieren continuar pueden ir a una escuela regional en una segunda instancia. Y después hay que hacer el CENARD del arte en el CCK, donde tengas residencias, seminarios, donde traigas a tipos de las provincias quince días intensivos a aprender con el mejor director de teatro del mundo; que venga gente de Ecuador, de Bolivia, de Perú a hacer un gran encuentro de guionistas. Ahí es donde vos podés generar un política federal: teniendo tipos en todas partes, porque tampoco es fácil... A ver, conozco a los secretarios de cultura de casi todas las provincias. Hay una sola provincia que es ministerio, que es Salta, las demás son secretarías.

"El Estado sigue siendo centralista, por eso necesitamos una política federal. No es mandarles recitales, mandarles obras, mandarles películas"


- ¿Salta tiene ministerio?

- Sí, no sé porque le dieron status de ministerio, pero tampoco es que la rompe. Yo te diría que hay un ex secretario, un secretario actual... y tres más que pueden pensar políticamente y desde la región. El resto son, en algunos casos, buenos gestores que tienen buena llegada, vía Consejo Federal de la Cultura, a conseguir cosas, recursos, recitales, un festival de cine, etc. Es complejo. Hay algo que va a salir ya que es la Ley Federal de las Culturas...

- ¿Es bueno ese proyecto?

- Es una ley marco que se generó de un modo similar al de la Ley de Servicios de Comunicacón Audiovisual. Son 21 puntos de arranque. Hubo encuentros federales por todo el país con devoluciones. A mi me tocó coordinar uno en mi barrio, éramos seis personas que nos juntamos durante tres o cuatro semanas a trabajar, entre ellas dos maestras fabulosas que trabajan en barrios muy complicados y traían consigo el multilinguismo en barrios carenciados, porque hay chicos que tienen mamás que hablan guaraní o quechua, y les cuesta el castellano, y no pueden hablar con sus hijos de eso que están aprendiendo. Del aporte de este grupo salió la posibilidad de recuperar lo multilinguístico en la cultura y que el Estado sea un facilitador de la aparición de eso. Hay una apartado sobre eso. Después apareció la noción del artista como trabajador, eso lo trajeron los sindicatos. Otro punto fue empezar a redefinir la cultura y expropiala del mundo artístico, ponerla en el corazón del pueblo. Lo que la ley marco tiene que decir es que el pueblo tiene que tener un acceso federal e igualitario a los bienes culturales.

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