"Mi pretensión es tratar de hacer pie en la canción y no tanto en el universo en que me siento más cómodo que es el del instrumentista o el músico" - Juan Mayo desmenuza su nuevo disco


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Con Juan Mayo tenemos una amistad que incluye a la música, pero no es exclusivamente musical, por lo tanto al escribir esta pequeña intro a su nuevo disco caigo en que me será imposible hacerlo desligado del cariño y la admiración por su trabajo. Voy a empezar por lo formal: acaba de hacer público La fábula rota, el sucesor de Todo lo que sucede en un segundo (2011). Está producido junto a Alan Fryszberg y fue mezclado por Adrián Bilbao. Se trata de composiciones con un sonido clásico en las que empezó a trabajar hace casi cinco años y que entró a grabar en 2015 en Zar estudios y Supercharango alternativamente. 

El sonido -nos dirá- es el de un quinteto de rock y quienes lo hacen sonar (además de él en guitarras y voz) son Javier Mareco en bajo; Nicolás Cattáneo en piano, Rodhes y Hammond; Martín González Puig en batería y Damián Carballal en percusión. Ellos sostienen un disco que hace pié en la canción y que cuenta con invitadxs de lujo como Guilo Villar en 114, Florencia Ruiz en La fábula rota, Maca Mona Mu en Un amor que no es, es otro que será o Zambayonny en Merecieron ganar pero no así.

Si en su primer álbum se destacaba el trabajo en los arreglos de las canciones y su bagaje musical (que es mucho y va de la música brasilera al rock argentino, de la cultura gitana al pop), en La fábula rota Juan deja entrar más el aire y pone el peso del discurso en la letra sin que eso opaque el discurso musical, que siempre es preponderante y en el que bucea incansablemente. Sigue sorprendiéndome su capacidad de hacer una música que se adivina compleja, pero que suena limpia, asimilable (palabra riesgosa pero utilizada aquí con la mejor de las intenciones) y poco forzada. Su trabajo consiste en preparar el terreno para que incluso ese rulo adicional que incorpora a las canciones (cuando cualquiera del común la daría por terminada) no nos resulte extraño al oído. Es que cada canción tiene trabajo detrás y eso se escucha en fin, al fin, sin fin.

Sé del empeño que puso Juan en las letras. La razón por la que se corrió hacia un terreno que siente más incómodo (dicho por él mismo) es el pasado reciente donde se vió tan interpelado tanto por la música como por los hechos políticos; años de tocar mucho con otros y de asumirse como un trabajador; años también de discusiones y donde la palabra tuvo un peso (histórico) descomunal. En resumen, años en los que sintió que tenía algo para decir y asumió que debía ponerlo en un primer plano con el riesgo que eso conlleva. No casualmente eligió como primera frase para soltar 'Hoy decidí tirarme al río'.

Sucesivas escuchas me llevan a decir que La fábula rota es un disco urbano y de agua. Los peces están presentes y a los peces se les canta. Van de aquí para allá a lo largo de este río sin nombre propio que lleva miedos, fluidos virtuales, lugares a los que uno no debiera volver, grietas, muertos, aparecidos, finales perdidas, hombres sin cabeza y un latido que llega desde el fondo y se deja escuchar en la superficie. Es como si uno pudiese asomarse desde arriba y recibir el bullicio que sale del diálogo entre todos esos elementos. Por otra parte, los cachetazos de la urbanidad y la dureza del cemento dominan de a ratos el paisaje. Quizás la palabra para definirlo sea anfibio. 

Yendo a lo personal, sé que ha sido un disco muy difícil terminar. A la distancia (creo y espero) será percibido como un disco parteaguas, como ese bálsamo (¿esa balsa?) en el medio del río para seguir vivo. 

Una de las frases que más resaltan al oído (el mío por supuesto) no es ni rebuscada ni una metáfora de las tantas ajustadas que tiene el disco. Está en Las culpas son de las flores y es una línea simple que goza de una musicalidad similar a la que Juan tiene cuando habla. Está dicha como al pasar, no es el lei motiv de la canción y hasta podría decir que pasa desapercibida (será por eso que reluce más). Puede que suelta en este texto, sin el sostén de la melodía, quede coja; pero ahí vamos. Dice: 'Con lo que nos queda nos disponemos a bailar'. ¿Qué es lo que queda? ¿Hay algo en pié? ¿Nos van a sacar además de todo el baile? La VIDA (así con mayúsculas) es lo que queda y vida (como el título de aquel primer disco de Sui Generis) es lo que también lleva y trae esta fábula que no es.

Tomen esta conversación extensa y entre amigos como modo de entrar al disco desde diferentes ángulos: la música, las letras, el contexto político, el mainstream y el indie.

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ENTREVISTA

- Arranquemos por el proceso del disco.

- La primera canción que escribí para este álbum fue en 2012 y es La fábula rota, que tuvo idas y vueltas en términos de cómo cantarla y cómo decirla. Encontré que era una referencia muy fuerte del paisaje. Me parece que este es un disco que cuenta el paisaje porteño con sus relieves, con sus formas, con sus tiempos, con las dinámicas humanas porteñas, los vínculos, los amores, los desamores, los proyectos, los sueños y los fracasos. Todo eso me parece que se resume en ua frase de esa primera canción que dice: 'Pareciera que una vida no alcanza'.

- ¿No alcanza para qué?

- Dice que pareciera; no sé si es lo que pienso, es lo que dije en ese momento. Yo creo que una vida sobra y estoy haciendo un juego irónico, describo el modo de ser de un habitante de esta ciudad. Cuesta encontrarse sin nada en el medio, sin obligaciones y sin tecnología. Pareciera que nunca estamos cerca de encontrarnos frente a frente, de escucharnos. Es una época de sordera.

- Eso está muy presente en el disco.

- Sí, se trata de redibujar el paisaje en el que uno vive, creció, nació y posiblemente vaya a morir.

- ¿Para redibujarlo uno tiene que redescubrirlo?

- Si, por supuesto. 

- Uno forma parte del paisaje.

- En este álbum van quedando retratos de eso, colores. La canción esa estaba compuesta en esos términos y con ese juego de pretender ser una fábula que al final no es porque está rota. Una fábula rota no es una fábula, porque la fábula es un tipo de relato que pretende instalar una bajada de linea moral a través de representaciones de la humanidad misma o de historias de animales. Por eso la canción dice: 'Hombre ave camina por la ciudad como taxi'. O sea, corriendo de un lado para el otro, volando. También dice: 'Mujer león del aire'. Me parece que nosotros fuimos testigos y vivimos una época donde... Voy a hablar por mí, no por nosotros; yo redescubrí la femeneidad de un modo hermoso cuando tuvimos una presidenta mujer. El sistema mismo la atacaba por eso. Hablo del encare del poder desde la femeneidad: 'Mujer león del aire que digieres el cemento'.

- ¿El aire ahí cómo entra?

- Creo que esa frase tiene que ver con la poesía surrealista. Lo que quiero decir es que yo me sentí testigo de un momento paradigmático que hoy se emancipa y va conquistando los lugares que le corresponde. Hoy vemos esa lucha de las mujeres en esta sociedad tan horrorosa con las mujeres. Esa canción lleva el nombre del álbum por eso.

- ¿Así que desde 2012 ya la tenías?

- Si. Le dí muchas vueltas, hice como quince versiones de esta canción. Es real, ¿eh?. Búsqueda, búsqueda, búsqueda. Yo soy de no largar el primer impulso. No sé si le cabe juicio de valor a eso, simplemente soy así. 

- ¿Sabés por qué?

- Porque creo que la belleza del primer pulso está y estará, se conserva. En tal caso el tiempo y el proceso de maduración de esa idea la va a ir embelleciendo. Yo creo eso y por eso me gusta trabajar tanto en las cosas.

- ¿Después de quince pruebas de una misma canción conservás la lucidez como para detectar si está o no perdiendo la frescura primera?

- Por supuesto. Esto es dos pasos para adelante, tres para atrás, cinco para adelante. Es un ida y vuelta. También tiene que ver con la sensación que uno tiene en el momento en que la escucha y se vincula con la canción. Pero siempre respetando la belleza inicial de la canción, el dispositivo emergente, lo que brota y lo que uno cree que debe decir.

- El disco abre con Sostener y allí aparece la idea de que estamos partidos. Podemos pensar ya no la vida de uno, sino la ciudad o la historia como algo frgmentado. Aceptar que estamos partidos como individuos, pero también la realidad está partida y las cosas no tienen una sola dirección, son pequeños fragmentos interconectados y a veces desconectados.

- Estamos partidos en muchas partes, no solamente en dos. Esa canción es una de las canciones más para adentro del álbum. Otra vez la realidad como espejo, lo mismo que hablábamos antes, el paisaje del que uno forma parte. Y también esto de no reconocer a las partes y la desesperación. Es una canción que tiene una carga de angustia muy grande, es un tipo que decide tirarse al río para cantarle a los peces. Eso se repite en otras canciones. Evidentemente es una forma de la desesperación ir a cantarle a los peces, no reconocer las partes que nos forman y nos deforman, no reconocer al otro.

- Tirarse al río es asumir un riesgo. ¿Vos sentís que pusiste en juego alguna cosa riesgosa en decisiones que tomaste para con el disco?

- Si, claro.

- ¿Caminaste muchas veces sobre tierra movediza?

- En este disco mucho más que en el anterior. Todo el tiempo es riesgo tras riesgo, siempre respetando ciertos códigos que tienen que ver con la belleza del pulso, la forma, el trabajo, la maceración del trabajo. Y además esta canción dice: 'Al menos los que podemos algo'. Es claro el mensaje ahí, es reconocerse pero reconocerse entero. 'Siempre se decide / al menos los que podemos algo'.

- Yo encuentro un diálogo con ciertas músicas. La partición también se puede leer en la cantidad de pasaje que tienen algunas canciones y que pueden ser escuchadas como distintas caras de una misma canción. Hay una búsqueda, eso lo sé por haberte visto ir al estudio que tenías en la calle Tronador a laburar de noche con las canciones después de estar todo el día dando clases. Y ese laburo en el disco aflora y estalla. Uno se pregunta: '¿Otro rulo más le va a dar a la canción?'. Y sin embargo funciona, no es caprichoso.

- Yo traté de estar controlado con eso, porque a veces corro el riesgo de pasarme de rosca. ¿Sabés qué? Me sirvió mucho en estos años mi carrera como laburante de la música, como instrumentista, guitarrista, cantor, etc. Todo eso me permitía vincularme con otros artistas, vincularme de lleno. Yo soy bastante...

- Entregado.

- Si. Siempre fui muy consciente de que era un oportunidad para vincularme con gente que tiene inquietudes y que quiere decir cosas. Me tocó descubrir un montón de gente del mundo de la palabra, gente de la comunicación. De hecho, entrar a trabajar en La Tribu fue fundamental para este trabajo. La radio es un lugar sagrado en la trastienda de este laburo, porque es el universo de las palabras, es el universo que estaba buscando, ¿viste? Y eso hizo que yo pueda balancear eso que me decís. '¿Hasta dónde ir con esto?, ¿hasta qué punto darle vueltas y vueltas?', pensaba. A la distancia yo siento que mi primer álbum es de descubrimiento, tenía algunas canciones muy inmaduras y otras no tanto, pero se coloreaban con toda la música que a mí me apasiona: la música del Brasil, la música argentina, algunas cosas del rock que tienen que ver con mi adolescencia y que me marcaron de palo a palo. Pero yo sabía que eso en este álbum tenía que canalizarse de otro modo. Yo tenía que encontrar entre todas esas puertas que había abierto cuál era el camino que quería profundizar y para eso lo primero era mirar alrededor. Eso es mirar el paisaje y aceptarse como parte del paisaje, de ese universo de experiencias que era tocar con Babel Orquesta, con Diego Perdomo (Zambayonny), de tocar en la televisión [en NET] o  de tocar con Mariana Cincunegui. Todos los artistas con los que yo toco tienen una parte acá. Eso seguro. Entonces, se juntó eso más todo ese universo musical que puja por seguir y darle vueltas y vueltas, y lo que te decía de la palabra. Todo eso se conjugó para este laburo. Ahora tengo más inquietudes que antes. Hacemos canciones con música y letra y el límite es ser mediador entre esa tansión.

- ¿El grado de reflexión tuyo sobre la música propia y sobre la de los demás cambió a partir de asumirte como laburante o a partir de formar parte de un programa de radio por donde pasan músicos?, ¿se fue profundizando?

- Yo creo que sí. Uno va regando la plantita de la sensibilidad y las cosas que pasan alrededor de uno lo afectan. Por supuesto que estar vinculado con poetas, con músicos, con actores, actrices, estar en escenarios o en una camioneta viajando y durmiendo como el orto... todo eso es parte de la sensibilidad que lo van constituyendo a uno para llegar a escribir estas cosas.

"Hacemos canciones con música y letra y el límite es ser mediador entre esa tansión"

- ¿Cómo querías que suene el disco?

- Me basé en la idea de achicar para realzar la propuesta de los textos. Eso tiene que ver con la experiancia que me dio el disco anterior al que yo siento recargado de arreglos, escucho al músico más que al cantor. Las canciones que me quedaban más cómodas eran El lugar de la discusión, Un deseo, Todo lo que sucede en un segundo o Cultura pop, y no casualmente son las que menos carga arreglística tenían, menos pretensión musical. Ese era un buen norte, entonces me propuse grabar este nuevo disco con un quinteto: guitarra, piano rodhes o piano, batería y bajo. Una formación clásica de rock donde el sonido está conducido por lo que dice la canción, siempre atento a eso. Mi pretensión es tratar de hacer pie en la canción y no tanto en el universo en que me siento más cómodo que es el del instrumentista o el músico. El sonido es el de un quinteto de rock. La arreglística está trabajada con Javier Mareco, que es el bajista de la banda y para mí es uno de los talentos de nuestra generación, tiene un futuro brillante. Trabajamos con la consigna de hacer menos y que fuese bello. Yo confío mucho en él, de hecho hay una canción que es Cantar para los peces reprise, que es una versión alternativa que hace alusión a mi costado fan de Los Beatles. Cuando yo escuchaba versiones alternativas decía 'Versión reprise' y me llamaba la atención. Este reprise de Cantar para los peces es el estribillo de la canción a lo largo de cuatro minutos y me pareció que era un momento para que Javier haga algo lindo ahí. Le di libertad total e hizo un arreglazo, es un cuarteto de cuerdas con tres trombones. Yo le pedí la formación de lo que quería y es un gran momento del álbum, me parece que es una canción como pictórica. Cierra el disco. 

- ¿Y a la hora de la mezcla?

- Tuvimos la estrella de poder mezclar con un tipo alucinante que es el maestro Adrián Bilbao, un tipazo. Yo tengo que decirlo: no sabía quién era, no lo conocía. Hasta que uno de los chicos del estudio donde grabamos el disco me propuso mezclarlo con Adrián.

- ¿Cómo se llama el estudio donde grabaron?

- El disco lo grabamos en dos estudios. El primero fue el Zar Estudio de Miguel Zagorodny, que está en San Isidro y es espectacular. Miguel es sonidista de Les Luthier desde hace más de 20 años y Alan (mi compañero, mi socio) trabaja con la compañía. Cuando yo saqué el primer disco, al tiempo en realidad, Alan me invitó a una función de Les Lutthier para que le lleve un disco a Miguel. Ahí lo conocí. Y ahí me dijo: 'Yo tengo un estudio, me gusta lo que hacés'. Me tiró buena onda y me ofreció el estudio. Estamos hablando de 2013. Yo le agradecí pero no tenía ni canciones ni concepto, recién estaba empezando. Y finalmente cuando me decidí en 2015 lo llamé. 'Venite al estudio', me dijo. Increíble el estudio. Y Miguel es muy amigo de Adrián Bilbao. Ellos se conocieron trabajando con Miguel Mateos, uno era operador de PA y el otro era operador de monitores. Miguel me dijo que le gustaría mostrarle mi material a Adrián para que lo mezcle y yo no sabía quién era, así que cuando llegué a casa esa noche me puse a investigar y claro, diez años con Mercedes Sosa; desde Jade hasta Pelusón of milk con Luis [Spinetta] siendo asistente de Mariano López; él mezcló Pelusón, mezcló para la televisión Estrelicia; operador de inears del Indio; operador actual de Divididos. Un tipo muy generoso. Cuando tuvimos esa primera reunión pusimos el primer tema, terminó, me miró a los ojos y me dijo: 'Yo quiero mezclar esto'. Una vez que uno rompe esa idealización, entra en el laburo y empiezan a haber rispideces y tensiones porque es normal, hay que tomar muchas decisiones, hay que definir qué color van a tener estas canciones, cómo se van a contar desde el audio, y ahí Adrián Bilbao tiene un trabajazo al que voy a estar siempre agradecido. Me enseñó un montón de cosas, fue una muy buena expoeriencia. Además hay que decirlo: Adrián prácticamente nos regaló el trabajo. Para un tipo que tiene más de cuarenta años de trayectoria y con el CV que tiene, eso lo pinta de cuerpo entero. La responsabilidad del sonido también es mucha de Adrián.

"Al mundo que tiene los códigos del mercado, mi propuesta es hacerle el juego contándole el cuento. Es un poco la idea del video de 'Sostener'. Yo firmé un contrato discográfico y va al canal de una discográfica muy grande y me la jugué contando otra cosa y con el sonido de ahí. Voy a ver qué pasa. Es una oportunidad de contar lo que traemos del local con la mugre y usar ese lugar. Hay que copar los lugares, coparlos bien".

- El disco para mi tiene un sonido atemporal o clásico. Uno puede detectar cosas que se referencian en alguna época, pero hay también una búsqueda que lo va a hacer sonar actual sea que suene hoy o dentro de diez años. Eso no es habitual en los discos. Eso marca una distancia con otros discos realizados en esta época. ¿Vos sentís algo similar?

- La verdad que no, porque no estoy habilitado a mirar tan para adelante.

- Pero sí a mirar alrededor.

- Mirá, a mí me interesa el sonido de las canciones. Estoy horas buscándolo, exploro, me junto con gente que entiende, escucho todo el día... soy muy inquieto y tengo problemas de ansiedad [risas]. Me apasiona el sonido. El álbum no tiene ni por asomo la edición que tienen el primer álbum, no tiene el proceso de alienación que tienen los discos de hoy en día. 

- Es más orgánico.

- Totalmente. La bata y el bajo se tocaron junto con la percusión. No te digo que está en vivo, pero está buscado el sonido crudo. Es más, si buscás hay sonido a mugre, alguna corcheíta que no está, algún ruidito que dejé. Quería que suene real. Casi no tiene edición. ¿Sabés que pasa? Como yo estoy todo el tiempo laburando y tocando con músicos, yo toco, me gusta tocar, me gusta el sonido en vivo y estaba dispuesto a hacer un álbum así con sonido de banda. Los pibes son unos talentos, todos tienen proyectos propios, todos entregados a la música al cien y eso es parte del sonido de las canciones. Entonces, no sé si se corresponde tanto con la época. Para los discos de artistas independientes es difícil sostener una estructura así, hay que ensayar, valorar el tiempo del otro y los pibes estuvieron re dispuestos, son el sonido de las canciones. No es que hay una persona sentada delante de la máquina y cuando hay un hi hat que no va lo traemos de una librería y lo ponemos. No sucede eso. Y después hay una anécdota particular que tiene que ver con la mirada de Adrián y es interesante contarla. Cuando estábamos adentrados en el proceso de mezcla y la pared imaginaria de admiración se había traspasado, yo ya estaba hablando con la persona y estábamos trabajando a la par discutiendo cosas. Adrián me dijo que la decisión de trabajar conmigo tenía que ver con que había algo en mi música que no respondía a los códigos a los que él está acostumbrado, que son los del mainstream. 'Hay una canción que tiene nueve compases y no está bien, pero ¿sabés qué? Funciona bien, me gusta. Me gusta esa cosa que tenés vos de esquivar el éxito', me dijo. 'Vos tenés una manera muy particular de esquivar el éxito y me gusta'. Así me lo dijo. El cuestionamiento mío había sido que la primera bajada de mezcla que él había traido para escuchar no me gustó. Escuchábamos juntos y mi cara iba decayendo porque mi idea era una y la de Adrián otra. Ese es el riesgo de compartir un proceso tan importante con alguien, pero también tiene sus ventajas. Y después está lo humano. Adrián me dijo: '¿Vos estás escuchando discos de ahora?'. Y no, yo estaba escuchando Chico Buarque de 1986, Caetano de 1986, yo no soy referencia. Entonces, llegué a mi casa y empecé a escuchar discos con perfil mainstream y empecé a entender qué era lo que había planteado él. Y ahí, cuando yo le planteé que entendía su idea, él me dice lo de esquivar el éxito. 'Eso es muy interesante para tipos como yo', me dijo. Y me dijo también que este es un segundo álbum y que un segundo álbum tenía que tener sonido que se referencie en el mercado. Literalmente así. Que con este álbum iba a pasar al medio mundo. Es fuerte, pero es su mirada, ¿no?, la mirada de un tipo de la industria. Esto es raro para nosotros, yo soy de otro universo, nosotros grabamos discos en un local. Pero bueno, algo estaba pasando y había que escucharlo y agarrarse de esa pulsación. Ese es el sonido del álbum.

- Claro, pero hay otra cosa para decir ahí y es que tu música no suena mainstream, pero tampoco reproduce el sonido de la música indie, ¿no? Muchas de las bandas con las que dialogás (o dialogamos) en el día a día sí son artistas independientes con un recorrido que no es el del mainstream y sin embargo no sonás a eso. Ahí aflora tu personalidad musical.

- Yo estoy siempre en el medio de las cosas, una tercera posición [risas]. Los pibes del indie me ven con mala cara, 'éste sabe mucho', me sacan de ciertos espacios, no me llaman. Tengo anécdotas... ¿esto va a salir?

- Yo desgrabo todo y después vemos.

- Yo me siento súper referenciado en el en la comunidad indie porque yo vengo de ahí, yo bajo las canciones y son canciones con una guitarra. Todo lo demás es un crecimiento y una búsqueda. Y después, al mundo que tiene los códigos del mercado, mi propuesta es hacerle el juego contándole el cuento. Es un poco la idea del video de Sostener. Yo firmé un contrato discográfico y va al canal de una discográfica muy grande y me la jugué contando otra cosa y con el sonido de ahí. Voy a ver qué pasa. Es una oportunidad de contar lo que traemos del local con la mugre y usar ese lugar. Hay que copar los lugares, coparlos bien. Esa es la idea.

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- A vos te preocupa tanto la música como la vida política y social de nuestro país. Eso es una realidad. El hombre sin cabeza es una canción que está inmersa dentro de ese contexto político social, aparecen los medios, qué pasa con las personas que consumen mucho medios...

- A mi no solamente me preocupa la realidad sino que me afecta, me duele bocha. El hombre sin cabeza es una canción que juega de solapa [sic] hasta que en un momento dice que al hombre lo decapita un diario, lo cual creo que es una realidad. Lo veo alrededor mío. Es un relato -otra vez- del paisaje, una crónica sobre cómo el laburante atenta contra sí mismo llevado por el discurso hegemónico. Es una canción meramente política. La toqué un par de veces, una de ellas en La Tribu. Y este fin de semana que pasó la toque en un show de Zambayonny. Diego nos deja tocar canciones en medio de su concierto, él se baja del escenario y nos brinda todo su público para que cantemos una canción nuestra. Canté El hombre sin cabeza y es una canción con la empatizás para bien o para mal. Entendés rápidamente el mensaje. No es una canción de protesta, utiliza las metáforas para contar esta realidad cruda. Es parte de la batalla cultural, ojalá pueda servir. Yo tengo ganas de difundirla, de hacer un material visual sobre esta canción. Es una canción de enojo, de bronca.

- La que le sigue es Las culpas son de las flores. Tiene una frase que me gusta: 'Con lo que nos queda nos disponemos a bailar'. Me gusta cómo está cantada y la melodía que la lleva. Ahí hay un montón de cosas: lo que queda, el remitirse al cuerpo que es el baile. El cuerpo -además- lo ponés en juego en el video. ¿Qué es 'lo que nos queda'?

- Es una canción que tiene solapada esta cosa de lo que pasa con la tecnología en medio de las relacionaes humanas.

- Es un manifiesto antialienación, ¿no?

- Si, y con esta característica tan porteña de no hacerse cargo de nada, ni siquiera de uno mismo.

- Es un disco de bronca, como decías.

- Claro, por eso decidí grabarlo con formato de rock, porque el rock es lenguaje para transmitir las iras y manifestarlo. 'Nadie niega la causa / pero qué es real y qué es ficción. Un santuario colmado sin santos'.

- La posverdad [risas].

- Claro, boludo, la posverdad nosotros ya la vivimos. Tenemos 36 años, esto nosotros ya lo vimos. ¿En dónde estamos parados? Esa es un poco la idea de la canción. Con lo queda es que nos ponemos a bailar.

- 114.

- En el relato del disco es una de las canciones que pugna por dar cuenta de que la lucha y la esperanza tienen sentido, y que vale la pena dejar abierta la puerta. 114 hace referencia directa a la recuperación del nieto de Estela de Carlotto. 'No te olvides de dejar las puertas abiertas / mira que los peces entran'. En esta canción hay un invitado a quien quiero mucho que es Guilo Villar, que canta y toca el piano. Se re entregó al proceso de la canción y eso se escucha. 'Las heridas se llevan / se sienten / se impregnan en la memoria'. Hay que seguir cantándolo nosotros y los que vienen y los que vienen.

- Hay un trabajo con las voces muy bello. Y hay un clima acuatico en el disco. A contrapelo de lo que se podría pensar, en un disco con rabia, donde lo urbano está muy presente, hay mucha agua. ¿De dónde viene el yeite de los peces?

- Apareció en un momento y terminé tirando de ese hilo. De todas maneras siempre estuve muy vinculado al río desde chico. Mi padre nos llevaba al delta del Paraná y teniamos un botecito. Mi viejo era un laburante y se permitía algunos placeres. Nososotros un poco crecimos metidos adentro del río. Buenos Aires es una ciudad con puerto aunque no se diga mucho. Mis amigos Diego Savoretti y Diego Perdomo, que son de Bahía Blanca, están todo el tiempo diciendo que los músicos porteños estamos todo el tiempo hablando del río y yo les digo que sí. Lo dicen sin poder entenderlo, pero es lógico, ¿cómo no vamos a hablar del río con las cosas que pasaron en el río?. De todas formas el río está negado.

- Con las cosas que pasaron el río... tal cual.

- Y hablando de cantar para los peces, en este álbum la canción y el color acuático salen a trabajar con la materia prima más dura de la realidad y a transformarla para contar algo. La historia de los peces es la de una transformación. 'Nunca imaginé una vida acuática / un amor en la profundidad del río / donde el río muere en mar. Ya no añoraré los vuelos / mi sangre que pintó el cielo / lo sueños que esparcimos a la eternidad en miles renacerán'.

"¿Cómo no vamos a hablar del río con las cosas que pasaron en el río?"

- La foto de esa autopista trunca funciona como metáfora de la vida personal, pero también como metáfora de la historia con sus marchas y contramarchas. Hay un libro sobre Leónidas Lamborghini donde él juega con la idea de la rama invisible, el tronche. Si uno le corta la rama a un árbol, lo que se ve queda a merced de lo que uno está mirando. Si uno recorre el árbol con la mirada, cuando llega a la rama que no está, que está tronchada, el ojo dibuja la rama. La autopísta está tronchada y cómo construir el tramo siguiente queda en manos de quienes estamos mirando o de quienes estamos en el camino de la construcción.

- Es lindo lo que decís.

- A mí me gusta pensarlo así. Porque además es una tapa que siempre tuviste muy clara, no sé por qué.

- Si, inclusive antes de algunos episodios personales que justifican el presente de esa tapa de una manera impresionante. Siempre me generó algo interno ese lugar. Cada vez que pasaba por ahí me pasaba algo. Abajo de esa autopista había un centro de detención clandestino. Es un camino que termina ahí y no se construye más. Esa autopista la construyó Cacciatore. Ahora la levantaron. El fotógrafo del álbum, Nico Villalobos, entendió perfecto lo que yo quería decir y tiene un talento desbordante. Él trabaja con el colectivo M.A.F.I.A. Yo quería trabajar con artistas. No con alguien que saca fotos, sino con artistas y Nico es un artista.

- ¿No está más así la autopista?

- No, la sacaron unos meses atrás. De hecho estábamos preocupados con Nico para que no terminen de sacar eso. Tiene muchas aseveraciones esa tapa, de alguna manera también cuenta el álbum.

- ¿Crees en el artista como antena? La idea de que somos poderosos instrumentos también conlleva eso, ¿no?

- Por supuesto. Facundo Cabral decía que los artistas son las personas del pueblo que suben al campanario y tocan la campana muy fuerte, que el deber ser del artista tenía que ver con esa responsabilidad. Es fuerte, pero yo me sentí cómodo con eso y sentí que me interesaba eso de subir y tocar la campana. Es lo que pasa a mi alrededor. ¡Como sea muchachos, hay que alertar! Esa canción [Para el silbido de un distraído] es una canción de amor. Maravilloso trabajo de Javi Mareco, Sara Ryan en el violín y Violeta García, las dos talentosísimas.

- ¿Es una balada?

- Es una balada. En algún punto es un bolerito encubierto. Esa batería rock que la aleja del bolerito, en realidad si la toco con una guitarra hasta podría ser un bolero o una bossa.

- La melodía, cuando cantás 'Somos poderosos instrumentos', tiene una cosa muy bolero.

- Es verdad. Yo tenía que traducir eso al lenguaje del álbum. Es una canción de amor entre dos músicos instrumentistas acostumbrados a ser instrumentos de otros.

- Cosa que vos sabés bien. Ahí aparece el oficio, dejás de ser el músico que hace lo suyo y aflora el laburante que se cuelga la guitarra para hacer sonar las canciones de otro. ¿Cómo te llevás con eso?

- Bien, me llevo muy bien. Yo siempre estoy dispuesto y me predispongo bien a eso, me encanta. Me desarrollo en esos espacios, me vinculo bien con los artistas. Y es un modo de vivir. He hecho cualquier cosa, no tengo problemas en decir eso: he tocado casi cualquier cosa. Y soy muy feliz haciéndolo y no tengo problemas con eso. Tomo lo bueno. Lo malo también lo tomo sin que me afecte tanto y todo eso nutre ésto.  

- Un amor que no es, es otro que será. Acá entramos en la zona más gitana del disco, un color que está en vos hace mucho tiempo.

- Si, claro. Esta canción es una de las más riesgosas y está basada en una película de Tony Gatliff. En un momento me empecé a vincular de una manera muy fuerte con la cultura gitana y Gatliff es el retratista más bello de la música y la cultura gitana. Una de sus películas se llama Transilvania, donde él habla del amor desde su mirada gitana, porque él es gitano. Cuenta que el estado de enamoramiento es un demonio que te posee el cuerpo y es infeccioso, y va circulando y nunca está fijo, un tiempo está en tu cuerpo, un tiempo en el mio y va cambiando. Es la historia de una mina que está embarazada y tiene ese demonio adentro. Está enamorada de un músico itinerante que desaparece de su vida y la película arranca con ella yéndolo a buscar. Es maravillosa la película y yo le rendí un homenaje con esta canción. Y quería que Maca Mona Mu -que es alguien que admiro mucho porque es impresionante lo que pasa cuando vibra- cantara una canción completa en el álbum. Y es esta canción donde ella traduce toda su potencia. La canción tiene una armonía rara y Martín Gonzáles - que es baterista y percusionista, tiene raíz peruana; su padre es Lucho Gonzáles- toca el cajón de una manera diferente. La canción arranca con unos cajones. Es un experimento y un riesgo, una prueba.

- Y eso se entronca con Merecieron ganar.

- Si, otra canción que también tiene una raíz medio gitana pero con abordaje eléctrico. Es swing eléctrico. Desde hacía mucho me daban ganas de escribir sobre una crónica que había leído en El Grafico del mundial del 90. En la tapa está Maradona llorando y el título dice Héroes igual. En la página tres hay una crónica de Juvenal que se llama Merecieron ganr pero no así, en alusión al dudoso arbitraje de Codesal. Para los que sentimos amor por el fútbol los mundiales son marcas de vida. El primer mundial que viví con plena conciencia de lo que sucedía fue Italia 90. Es un homenaje a eso con algunos guiños a teorías conspirativas que decían que Alemania tenía que ganar porque se había caído el muro y había entrado al mundo capitalista. 'Se cae el telón / se cae la pared', canto en un momento. También le agregué una frase lúdica que dice: 'Faltó Caniggia / faltó Di María' haciendo un juego con el Mundial 2014 como si la historia se repitiese. Por eso digo que es apasionante lo de los mundiales: después del 90 viene el menemismo, neoliberalismo, lo peor, todo, y ahora nos pasa lo mismo. Yo encuentro coincidencia ahí y es terrible. Me parecía interesante contar esto aunque no le interese a nadie [risas]. Está Zambayonny que es un loco del fútbol, es fanático. El grita el gol de Alemania. Yo quiero aclarar que lo hace por motu propio. Me dijo: 'Che, me hacés gritar el gol de Alemania'. Y yo le dije: 'No, boludo, lo gritaste vos'. Escuchenló. Y la participación majestuosa de Facu Bainat que es poseedor del lenguaje gitano y se traduce en un solo de guitarra épico increíble. Y después están los Tapones de punta en los metales.

-El primer sueño del último suspiro la conozco casi desde el comienzo, de los días posteriores a que la compusiste. Recuerdo haber tenido una larga charla la noche que la cantaste acá en casa. ¿Uno no debe volver a los lugares donde ha sido feliz?

- No, porque las cosas no se repiten. No suceden las cosas dos veces en el mismo lugar. He intentado incansablemente con los amores y vuelvo todo el tiempo al lugar donde no sucede. Esta canción es un salvavidas, es la canción más personal del álbum y de mi vida. Me rescató de un momento muy difícil porque era lo único que me mantenía a flote. Está todo muy claro ahí: 'No habrá grandes momentos sin antes haber trivialidades'. Yo la siento super simple, no tiene complejidad. Yo siento que es la última canción que compuso un niño.

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