"Nuestros cuerpos están permanentemente bajo la presión de la hiperproductividad" - Ana Ojeda presenta 'Necias y nercias' en una conversación imperdible


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Ana Ojeda es escritora y este año editó Necias y nercias, un libro de cuentos sobre el amor y la vida cotidiana. Demás está decir, tratándose de Ana, que la mirada femenina/ feminista es motor de una escritura que experimenta y desorienta (he allí uno de los placeres de leerla) y que a su vez la lleva a retomar temas que vuelven con fuerza renovada.

Además de tres novelas editadas - Modos de asedio (2007), Falso contacto (2012) y No es lo que pensás (2013)- dos poemarios -Motivos particulares (2013) y Gorgoritos (2016)- y un libro de cuentos - La invención de lo cotidiano (2013)-, Ojeda lleva también adelante la editorial El 8vo loco. Como si fuera poco, es esposa, madre y trabaja para colaborar con la economía de la casa. Si remarcamos esto no es porque sea una novedad (que no lo es), sino porque esas preocupaciones insisten en sus cuentos para desarmar el lugar común instalado incluso entre aquellos con ideas progresistas de que la mujer es primero con su hijo y su esposo y después todo lo demás. O sea, en su escritura pone en crisis roles y lugares que la sociedad asigna a hombres y mujeres.

"Cada escritor o escritora tiene obsesiones que permanente vuelven a aflorar con distintos ropajes, ¿no? Una de mis obsesiones es la cotidianeidad, eso que es como dice el título medio necio y medio inercia, cosas que ni pensamos, que hacemos porque venimos haciéndolas y de repente un día miramos con ojos nuevos y nos damos cuenta de que estamos en una red muy compleja y tensionada de diferentes fuerzas que nos atraviesan y nos inmovilizan en ciertos comportamientos no necesariamente deseados", dice Ana.

¿Cómo resuelve ella esa tensión entre escribir y trabajar de otra cosa?, preguntamos. "Es un equilibrio muy tramposo -responde. Nuestros cuerpos están permanentemente bajo la presión de la hiperproductividad. No alcanza con entregar las 8 horas de tu trabajo y ser productivo, sino que vas a tu casa y seguís trabajando, y  hacés la changuita y querés hacer con tus contactos algo que llame la atención. Todo se ha vuelto un trabajo. En esa situación de hiperproductividad uno además quiere tener una familia, quiere tener vínculos afectivos y daría la impresión de que el tiempo no da para todo. Un poco eso es lo que entra a jugar en este libro de cuentos".

Uno de los cuentos donde esto aparece es Viento en contra. Carola - madre escritora- fue invitada a una lectura y discute con Amor, su pareja, para ver quién cuidará del hijo esa noche. Lo que está de fondo es esa pelea cuerpo a cuerpo con el mundo para no ceder en la búsqueda de lo que se quiere, aún cuando ese deseo mengüe o (casi siempre) sea menospreciado. A ese deseo se le achaca la disfuncionalidad de la familia y como consecuencia acarrea interrogantes que se amontonan hasta llegar al punto de decir 'Bueno, no sé, dejo de escribir', tal como hace la protagonista con una voz que se quiebra y se hunde en el silencio.

En ese clima, lo que tiene el mundo para ofrecer es una mirada poco amorosa y desmoralizadora. Como si abandonar la escritura, esos ratitos que le puede robar a la tarea, fuese a hacer de su cotidianidad algo más llevadero y soportable. Es obvio que no.

Por supuesto que Necias y nercias no se agota ahí. Hay también preguntas sobre el paso del tiempo, sobre la vejez (¿qué hacer con los viejos?) y sobre la televisión y su capacidad volvernos seres insensibles hasta la paralización. 

Muchas de los temas que disparan los cuentos aperecen en la charla que mantuvimos al aire en nuestro programa N° 614. Aparecían también en las columnas que realizaba en nuestro programa y -por supuesto- en sus libros anteriores. Vale la pena detenerse en la respuesta a una pregunta que le realizó Rocco Carbone cuando Ojeda editó Modos de asedio: "¿Cuáles son aquellas [obsesiones] que definen tus temas?". "Mi obsesión son las relaciones humanas", respondía Ana y se ajusta perfectamente a lo que sigue trabajando diez años después.


La charla la escuchan abajo y descargan ACÁ.

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El autobombo. "¿Hasta dónde entregar tiempo al autobombo y hasta donde decir basta? La realidad es que uno no puede desentenderse completamente del autobombo, porque vos podés escribir, escribir y escribir y nadie te va a venir a buscar. Y en algún punto la escritura se hace para llegar al otro, para tocar ese otro punto de la comunicación. Porque escribir para vos mismo escribís un diario. Esa es mi postura. Yo quiero escribir, publicar y ser leída".

"El tiempo de lo visual no se corresponde con los tiempos de la lectura que son tiempos muy largos, muy pausados y muy interiores. Todo lo que tiene que ver con redes sociales habla de velocidad y de una cantidad de información que no podemos procesar; o sea, es una lluvia de información de la que vos no sacás una idea, no generás concepto. Eso de acá a unos años vamos a tener que pensarlo porque no estamos conceptualizando, no  estamos generando el resultado de la información. ¿Qué hacemos con esa información?".

Estado de escritura. "A mi lo que me hace bien es vivir en estado de escritura".

Las construcciones culturales. "Lo que me interesa de la escritura es romper, o más bien abrir grietas que te permitan ver  cómo eso que das por sentado en tu realidad no es tan normal ni natural. No existe lo natural, son todas construcciones culturales que vos está dispuesto a poner en acto un día y otro día. No hay nada dado, es todo construído".

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- Gran parte de tu literatura se hace en contra del sistema capitalista, una crítica al modo en que funciona la sociedad en el sistema capitalista.

- El capitalismo lo que quiere es generar individuos insulares, solos. Todo es difícil cuando se trata de armar grupos y armar colectivos. Es mucho más fácil vivir solo, comer solo, dormir solo. Cualquier vínculo o mano que extiendas hacia otro (sea una marcha porque hubo violencia, o ir a un partido a militar o miltar tu propia familia) todo eso te va a generar roces y tensiones, porque lo que el sistema capitalista te exige es que tengas la mayor cantidad de horas posibles para producir en un lugar, en una empresa. Y volvés y sos una cáscara vacía hasta el otro día que volvés a producir. Lo interesante ahí es cómo mantener viva la llama del deseo, sea sexual, amoroso o creativo.

- Ese deseo para con ese otro no es la pareja nada más, también es el hijo. Es interesante eso que ponés en juego en tu escritura al decir: 'Ojo que la maternidad está buenísima, pero no es todo color de rosa todo el tiempo'. ¿Es difícil alzar esa voz para decir eso? ¿Hay algo dentro tuyo que todavía te dice: 'Cuidado con lo que vas a decir'?

- Si, absolutamente. Yo me lo planteo todo el tiempo como escritora, pero creo que para cualquier artista en general lo más difícil es lograr suspender la autocensura.

- Eso es porque uno sabe que va a ser publicado.

- Ni siquiera llego al punto de la publicación. Lo que me pasa es que en el momento en que lo voy a escribir me doy cuenta de que no soy ni tan buena, ni tan pura, ni tan libre. Tengo que bajar la autocensura y dejar que aflore realmente lo que uno tiene adentro. Eso es lo más potente a lo que podés aspirar escribiendo.

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