"Yo no tengo registro de alguien tocando cien por ciento acústico antes que yo lo hiciera". Entrevista a Pablo Grinjot.


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Programa N° 609. Nos visitó Pablo Grinjot. Acaba de editar La dueña de mi poesía, un disco de once canciones con preeminencia de la guitarra con cuerdas de nylon (Jazmín, Peronismo y cultura), pero donde asoman también el piano (Tren LLegando); o el formato de piano, violín y cello (Despertar); el organo (la extraordinaria Esta puede ser una canción) y el sonido clásico de banda electrica (Vanidad arrabalera, Maniquí).

"Yo compongo canciones -nos dijo en la charla que mantuvimos al aire. Me resulta más claro y más cómodo decir canción que música popular. Es decir, yo me siento integrado a una linea que incluye a los juglares y a los trovadores, que incluye las melodías y la canción alemana, la ópera italiana. Es decir, una acción melódica con texto que puede ser de cierta altura poética o puede ser absolutamente popular y cotidiana, no importa, pero hay una esencia, un objeto que cuece una melodía y un texto".

El disco viene dentro de un libro objeto -jugando con la idea de libro de poesía- como una forma de resaltar la tarea con las letras y brindar también nuevos modos de aproximación a su obra. En su interior se puede leer la intro de Daniel Melingo, quién a cada canción le escribió un comentario en formato libre ("Un poco más que un haiku", dice Pablo). No conforme con eso, hay también dos textos cortos de Macarena Moraña y del periodista Martín Graziano que ayudan a pensar. El disco libro lo editó Altopogo y se encuentra en librerías como La Coop.

La conversación giró alrededor del disco pero se expandió hacia otros lugares. La posibilidad que brinda Grinjot es la de poder reflexionar sobre el arte - no sólo sobre la música- con hondura y conocimiento. A medida que fue transcurriendo la charla apareció su vinculación a la música clásica y contemporánea, su deslizamiento hacia la música popular y, sobre todo, la información que él supo contrabandear de una zona a otra (por ejemplo, la decisión de tocar sin amplificación). Recordé, entonces, un vieja intervención suya en aquella revista de distribución gratuita llamada Inalámbrica. Tuvo un único número y estaba escrita por músicos. Pablo había escrito un texto que decía así:

"Los cantautores del Cuenca del plata se encuentran en un proceso de construcción de un estilo de canción que tiene como característica la diversidad. Resulta imposible, aún para su público, para sus críticos y para ellos mismos rotularlo, pues responde a la síntesis personal que cada uno hace de los estímulos externos e internos que recibe y genera. Reman contra la corriente, creando en primer lugar un espacio vacío en lo que se refiere al estilo, al tiempo, al contexto, para que en ese silencio explote la chispa que genere una idea sensible y original".

¿Por qué traigo al presente este texto a punto de cumplir diez años? Porque noto en Grinjot una continuidad de pensamiento que se puede apreciar en la charla que sigue abajo. En aquellos años, su lugar era preponderante a nivel musical, pero parecía secundario en cuanto al discurso público. El tiempo me hizo caer en la cuenta de que alguna de sus ideas rectoras fueron tomadas, difundidas y hasta repetidas.

Abajo va una parte de la charla desgrabada. Para lo que resta está el audio ACÁ.

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"La tradición oral -que todavía existe- fue la única tradición que la música tuvo durante miles y miles y miles de años. Cuando inventaron la escritura era para escribir algo que ya existía y no olvidartelo, pero desató una manera sorprendente de crear música que incluye todo el repertorio sinfónico, de cámara, clásico, Bach, Mozart, Bethoveen, Stravinsky, Debussy, Ravel... por nombrar algunos. Y cuando se inventó el registro fonomecánico y la reproductibilidad, bueno, ¡puff!, fue una historia nueva. Una historia que hasta permitió volver tremendamente millonarios a los artistas, por ejemplo, como uno de los posibles efectos.

- Claro.

- A mí me gusta remar contra la corriente. Me gustaría sacarle a la música esa posibilidad. No sacarla, pero recordar que no es la única posibilidad.

- ¿Cuál? ¿La de convertirse en mercancía?

- La de que solamente es pop, que solamente es reproducible. La música clásica ya no está a la vista de todo el mundo. En la música contemporánea, que sigue existiendo, están componiendo seguramente cosas increíbles, pero por ahí son conciertos para una elite de intelectuales de la música. Algunas cosas por ahí trascienden, pero la música contemporánea, la música experimental, la música más académica actual no es masivamente escuchada, pero trasciende a los inquietos compositores de otras músicas que toman de ahí alguna influencia, alguna medicina, para después crear otras cosas.

- Vos mismo.

- Yo mismo hago eso. Es una estrategia secreta: estudio música contemporánea pero mi obra no es ni clásica ni contemporánea. Hay algo que tiene un poquito que ver y es que yo aplico en mi música desde hace años (y vos lo sabés) el tocar cien por ciento acústico. En algún momento de mi vida pensé que no podía ser que toda la música fuera amplificada. Está bien amplificar música, me encanta el rock and roll, me encanta la música fuerte, pero de pronto todo era fuerte, ¡incluso lo suave! El otro día leí una conferencia que dió Juan Falú en alguna universidad del interior y lo citaba a Atahualpa Yupanqui que decía: 'Para decir te amo lo tenés que decir despacito al oído'. Si lo decís a los gritos, no sé... no me parece tan creíble.

"A nadie se le ocurre amplificar un cuarteto de cuerdas que toque a Schubert. Yo no inventé nada, pero lo llevé a la música popular. No podía creer que a nadie se le ocurriera tocar más bajito, tocar como tocás en un living o en un fogón. Hay gente que me decía: '¿Cómo vas a hacer? No se va a escuchar'. Y yo decía: 'Están locos, ¿cómo no se va a escuchar?'".

- Yo la primera vez que te vi a vos fue al aire libre en un MICA en la calle Dorrego y tocabas en formato de cámara sin amplificación. Creo que sólo la voz estaba amplificada. ¿Fuiste uno de los primeros en pensar en tocar sin amlificación? Hoy es muy común.

- No quiero ser arrogante, pero creo que fui el primero. Yo no tengo registro que haya alguien tocando cien por ciento acústico antes que yo lo hiciera. Es un poco arrogante y pido disculpas.

- Retomabas una vieja tradición.

- Si, algo que ya existía, yo no inventé nada. Yo estudiaba música clásica. No hice carrera en música clásica, pero me formé en esas obras y en esos estudios, tocaba el violín en orquestas, en ensambles...

- ¿Tocaste en el Ensamble Sudden?

- Si, soy uno de sus fundadores. Es decir, la música de cámara, tanto clásica como contemporánea, la he cultivado. He participado de cosas, no quiero decir con eso que haya hecho grandes cosas, pero la hice y soné con esos conjuntos cien por ciento acústico. No tiene sentido otra cosa, a nadie se le ocurre amplificar un cuarteto de cuerdas que toque a Schubert. Yo no inventé nada, pero lo llevé a la música popular. No podía creer que a nadie se le ocurriera tocar más bajito, tocar como tocás en un living o en un fogón. Hay gente que me decía: '¿Cómo vas a hacer? No se va a escuchar'. Y yo decía: 'Están locos, ¿cómo no se va a escuchar?'.

- Eso habla del músico clásico que de a poco se fue volcando a lo que vos llamás canción popular, ¿no?

- Si, popular como estilo artístico, no porque llegue a tanta gente y digmos '¡qué popular es esta canción!'. Es un estilo popular que en algún momento era más claro cuando se hablaba de una diferencia o una división entre música académica y música popular. Eran dos formas de encarar la creación y la interpretación. Yo compongo canciones, me resulta más claro y más cómodo decir canción que música popular. Es decir, yo me siento integrado a una línea que incluye a los juglares y a los trovadores, que incluye las melodías y la canción alemana, la óprea italiana. Es decir, una acción melódica con texto que puede ser de cierta altura poética o puede ser absolutamente popular y cotidiano, no importa, pero hay una esencia, un objeto que cuece una melodía y un texto. Después, lo que acompaña a eso es hasta secundario. No terciario, pero sí secundario. Es decir, no por eso no es importante, pero la canción está representada en mi opinión en la fundición de esos dos ingredientes fundamentales: la melodía (no la música) y el texto.

- Me sorprendió en la intro que escribe Daniel Melingo (y que hace firmar a Santa Cecilia Patrona de la Música) que cuando piensa en vos aparece una palabra que es decidor, el que dice. ¿Te reconocés en esa palabra?

- Mmm, no se me había ocurrido. Creo que es un sinónimo de todo esto: un cantor, un decidor, un bardo, un juglar, un representador de la palabra, un performer de la palabra. Al final, como decía, la palabra es uno de los dos ingredientes. Yo no sé si puedo recitar. Por ahí agarro una poesía y te la leo y a alguien le puede gustar, pero no sé si me saldría bien. Con el canto por lo menos hago el intento.

- Hay un tono decidor que viene de la milonga y que vos tomás.

- Si, ahora que lo decís lo pienso un poco. Yo hago una canción muy silábica, hago una nota por sílaba, no hay muchas notas por sílaba. Es simplemente darle alturas a la poesía... me tendría que poner a pensar y hacer un censo sobre mi música a ver si es tan así. Yo creo que una cosa que me llevó a la poesía es hacer el disco anterior e ir a SADAIC a escribir los temas (...) Ahí me di cuenta que eran muy largas mi letras, cosa que no venía siendo así. Me fastidió tener que escribir tanto ese día. Mis canciones tienen pocas partes instrumentales, se habla desde que empieza hasta que terminan. Hay canciones que empiezan cantando el primer compás.

- ¿Pensás un diseño de recorrido para el disco? ¿Pensás en un sonido?

- No, para nada. En cierto sentido, mi estilo es bastante homogéneo.

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