Pensando las políticas culturales III. "Yo he visto ganar microbatallas culturales". Entrevista con Marcos Ramirez



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Continuamos  con nuestra serie de entrevistas a personas de la cultura argentina que nos ayuden a pensar los 12 años de políticas culturales kirchneristas.

En esta oportunidad traemos a Marcos Ramirez, músico y gestor cultural independiente que hace y produce desde Formosa. Tiene un sello-productora de contenidos que se llama Mamboretá Psico Folk Records con el que busca detectar, fortalecer, posicionar y difundir la escena musical del NEA. A su vez lidera una banda que ha sonado cantidad de veces en nuestra radio: Nde Ramirez.
 
Marcos, desde allá, pudo ver en qué medida la intervención del Estado, a través de políticas culturales, expandió su propio hacer. Nos habló del entusiasmo que produce la conexión entre distintas regiones y reconoce que uno de los grandes aciertos fue haber puesto a dialogar a los distintos gestores independientes.
Abajo la charla.

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- ¿Cuál es tu mirada de las políticas culturales?

- Creo que en estos doce años el balance es muy positivo. Lo relaciono con la posibilidad de conectarnos con los diferentes actores de cada región que estuvimos militando la gestión cultural previo a cualquier proceso de integración que nos convoque. Y nos dimos cuenta de que esos espacios que se generaron a nivel nacional con diferentes políticas sirvieron para motorizar un entusiasmo y sentir que hay un entusiasmo mendocino y otro formoseño que son primos hermanos, que sin tener la necesidad de pasar por Buenos Aires han logrado dialogar y exponer ideas. Eso es lo más rico que se ha logrado en estos años. Empezamos a conocer las ideas de los otros en foros y eventos, algunos fueron propulsados por el Estado nacional y otros han sido consecuencia de un espacio en común que hemos compartido y fue tomando vida propia. Hay una mirada relacionada a procesos de autogestión, espero que puedan seguir vivos y dialogando. Al haber estado muy vinculado a este proceso desde nuestra plataforma Mamboretá Psico Folk Records, que es un espacio de gestión de música y contenidos ligados a la identidad litoraleña con un filtro psicodélico, pensamos que es menester que sigamos ligados a este paradigma de conexión que nos rige.

- ¿Vos notás que hay un Estado que registró que había músicos y gestores en el resto del país que necesitaban de su intervención?

- Yo noté que hubo una idea de generar espacios de diálogos y que eso fue protagonizado por una política pública nacional que yo asocio con el MICA (Mercado de Industrias Culturales Argentinas). Más allá de que esté la palabra mercado involucrada, ha sido algo que ha excedido ese concepto y ha llenado otros vasos, no sólo el del comercio o el de la circulación de bienes culturales, sino también la circulación de entusiasmos y la construcción de temperamentos.  Hay gente que ha pensado que era mejor irse a exponer, a tocar o a producir a otras latitudes antes de quedarse en sus lugares de origen. Eso cambió, hay gente que se quedó sabiendo que el desafío era anímico y como había un relato que impulsaba ese ánimo, que visibilizaba los procesos tanto en los medios nacionales como en los medios provinciales, ha decidido activar la economía. Cuando hablamos de actores es eso. ¿Un actor qué hace? Genera un espacio, lo habita y lo vive. En ese rol de actores que tuvimos los que estábamos en el interior, salimos a crear un espacio de cero, a habitarlo y a compartirlo. Fue fundamental este proceso, ojalá que siga y podamos seguir contando nuestras historias.

"La noción de normalidad se afectó y cuando eso pasa hay que celebrar"

- Contame dos o tres situaciones concretas en las que sentiste que el Estado ayudó: líneas de financiamiento, espacios de encuentro...

- Lo primero fue ayudarme a entender que un proyecto creado en Formosa tenía posibilidades de sustentabilidad y de diálogo no sólo con sus pares regionales, sino con pares latinoamericanos. Concretamente nos ha ayudado a tener presencia en un mercado de música internacional como es Circular, en Colombia, en 2014. Al facilitarnos los pasajes para estar ahí y contar nuestra historia, nos cambió una perspectiva que teníamos. Nosotros intuíamos que teníamos una performance que nos permitiría dialogar con otros espacios, pero eso se dió en la práctica concreta. También tuvimos la oportunidad de tener apoyo el el Fondo de Desarrollo Cultural para la edición de discos, cosa que nos hizo colocarnos -más allá de la cuestión estríctamente económica, porque era un apoyo mínimo para algo que tenía otros costos- en una dinámica organizativa que nos permitió acceder a ciertos fondos que después nos permitieron seguir presentando proyectos a otros lados, ya no al Estado, sino a otros espacios de financiamiento. Yo destaco fundamentalmente el proceso de desarrollo del MICA. Al empezar en 2011 y al haber tres MICA nacionales, más todos los pre- MICA regionales, pudimos estar en contacto entre los gestores culturales del interior y relacionarnos cotidianamente a partir de la explosión de las redes sociales. Para mí ese fue el mayor de los réditos. Primero dibujar un mapa cultural y después colocarnos como activos productores y legitimarnos, porque en el interior cuando alguien es reconocido a nivel nacional por su gestión in situ genera un efecto de legitimación que trasciende cualquier subsidio y cualquier cargo; es un aval social que termina impulsando la idea y posicionándola en el medio local.

- Esa legitimación es ante los vecinos ¿no?

- Me animo a decirte más: ante la familia, ante tu abuela que pensaba que vos eras un vago que tocaba la guitarra, porque en algunas ciudades todavía se asocia la producción musical con no trabajar. Ciertas acciones de apoyo del Estado nacional funcionan como legitimadoras. Caso concreto: hay parientes de músicos de las bandas de Mamboretá que han recibido el aval de sus familias después de venir a tocar a Tecnópolis.

- Ya que mencionás Tecnópolis como legitimador, ¿sentís que sigue existiendo una mirada centralista y que para legitimarse hay que venir a Buenos Aires o eso también empieza a revertirse?

- MIrá, eso es algo que está tan arraigado en el esquema de pensamiento mitológico cultural argentino que es muy difícil de revertir en un proceso tan corto. Ojalá se pueda seguir instalando la idea de que Dios no atiende en Buenos Aires, pero hay algo que opera en diferentes niveles, y así el porteño piensa que Dios atiende en Nueva York. Muchos artistas y pensadores han desarrollado la idea de que para triunfar hay que irse del lugar donde estás. Lamentablemente hay algunas economías regionales que no han podido generar sostenibilidad sobre ciertos proyectos que permitan mostrar que se puede ser exitoso. La gente asocia el éxito con cierto posicionamiento económico, con tener continuidad en lo que hacés, pero hay algo que son microbatallas que terminan liberando una gran batalla para una gran guerra. Yo he visto ganar esas micro batallas, o sea, eso es lo que nos mantiene esperanzados. ¿Adhieren a revertir un pensamiento tan instalado? Yo creo que sí,  pero faltan muchas más micro batallas.

- Es que para revertir esa mirada no alcanza con 12 años, estamos batallando contra un relato impuesto desde hace 200 años. Eso lo deben vivir todo el tiempo.

- Nos han legado un modelo de país con una visión centralista. Yo creo que el triunfo es que se haya instalado el concepto de batalla cultural, eso implica la noción de que se vaya desapegando uno de la idea de que hay relatos culturales inocentes y sepa que uno como artista y gestor cultural termina contando una historia. Que esa historia tenga una orientación es la fase uno. Ojalá que podamos tener más tiempo de estas políticas culturales que instalan la necesidad de pensarnos federales, de pensarnos integrados, latinoamericanos, para que podamos pasar a la fase dos y luego a la tres. Creo que son muchas fases, porque es mucho tiempo de limar una idea mental que todavía hay gente que la hace brillar.

"Yo creo que el triunfo es que se haya instalado el concepto de batalla cultural, eso implica la noción de que se vaya desapegando uno de la idea de que hay relatos culturales inocentes y sepa que uno como artista y gestor cultural termina contando una historia"

- Es que ni nosotros estamos excentos de reproducirlas. Yo siento que la reproduzco incluso sin quererlo.

- Un amigo mío artista, Sebastián Friedman, me hizo reflexionar sobre el concepto de civilización o barbarie. Está tan marcada nuestra lengua desde la escuela que termina superándonos, y hay una inercia conceptual que nos empuja hacia ese lugar y nos termina haciendo cometer el patético error de la cultura argentina de pensar que el interior tiene un impulso, una energía o un alcance menor que lo que se emite en el centro de la cultura argentina que es Buenos Aires.

-  El interior tiene una historia para contar que Buenos Aires no puede contar. Por supuesto que lo intentó, usurpó la voz del otro, pero no era el tipo del país adentro. Pasó en la literatura y en algunas canciones también.

- Hay un caso muy fuerte que es el rock nacional. Cuando uno piensa en rock nacional lo asocia al rock porteño, o sea, los mismos investigadores, los musicólogos, la gente que está escribiendo los libros siguen diciendo rock nacional cuando pensar un rock nacional es todavía una deuda pendiente de la música argentina. Hay fechas que marcan los hitos, los comienzos de ciertos procesos, pero nadie sabe si una guitarra eléctrica se infiltró por el paraguay y en Clorinda se generó el primer blues guaranítico rockero argentino. Nadie lo registró. O sí, capaz que alguien lo registró pero nadie lo legitimó. Hay muchas deudas internas.

- Hay varias cosas que desmontar, primero la idea de lo nacional. Y a nivel sonoro también hay muchos para discutir. Pero si hay algo que a mí  siempre me interesó de lo que hacen ustedes con Nde Ramirez y con Mamboretá es su fuerte rasgo identitario. Ustedes siempre defendieron su identidad litoraleña. Muchas veces existió la necesidad de plegarse a las estéticas del mercado para tener éxito, el mal llamado éxito. ¿Lo que generó la intervención del Estado fue empezar a asumir la propia identidad y no tener que hacer algo que uno no es?

- Yo creo que también vino de la mano la noción de ecosistema musical que nos invitó a pensar que no hay una relación de monólogo con la industria, sino que es un diálogo, y que así como se dialoga con la industria o con el mercado, se puede dialogar con el Estado, con las organizaciones no gubernamentales, se puede pensar desde otro paradigma. Eso hizo que uno pueda asumir un recorrido diferente y no obligatoriamente mercantil. Realmente me parece que el proceso fue clave para pensar que hay espacios que pueden contener a los músicos en sus regiones, que a su vez cada región tiene sus epicentros, pero son autosuficientes y tienen sus relatos propios. En la región Litoral tenemos el Festival Mundial del Chamamé que escapa cualquier frontera de país, porque involucra a Paraguay, Brasil y todo el norte argentino. Y esos son procesos de visibilización que primero entendieron que somo diferentes naciones viviendo en un solo territorio. Cuando uno sale por Latinoamerica empieza a entender eso. Uno de los grandes aciertos de este proceso cultural es saber pensarnos más latinoamericanos, mostrarnos más latinoamericanos, con varios presidentes de la región que han sabido poner esa cuestión de la identidad latinoamericana adelante y levantarla como un valor.

- Se cumplieron 10 años de No al ALCA.

- Exacto. Y yo creo que todo eso decanta, hay una generación joven, activa, que puede ser el ejecutor de esta segunda fase, de este proceso que arrancó. Más allá del próximo presidente, la noción de normalidad se afectó y cuando eso pasa hay que celebrar.  

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- ¿Cuál era tu relación con el Estado hace 10 años y en qué medida ese vínculo se modificó? ¿Tuviste que replantearte personalmente lo que pensabas? 

- En mi adolescencia musical he sido víctima de ciertas poses rockeras. Durante la juventud rebelde uno se pone - saludablemente- en contra de ciertas cosas, pero cuando tuve que salirme de la sala de ensayo y entendí el proceso de gestión de una banda como un hecho comunicacional me di cuenta de que todos los interlocutores eran válidos. El Estado en Formosa tiene una incidencia clave en el hacer cultural, me pareció que no dialogar con el Estado era perderse una posibilidad, un alcance. Si bien en algunos casos no sintonizaba yo con ciertas políticas o decisiones de política pública relacionada a la música, ese diálogo me permitió ser agente de cambio. Después, me encontré con un gobierno nacional que miró a los gestores independientes. Eso es algo clave, porque si bien es cierto que hay espacios de gestión pública donde han salido ideas, una de las virtudes fue escuchar a los gestores independientes que han sabido transmitir la situación de cada escenario de gestión y aportar no solo curaduría para los festivales, sino efectividad en las políticas públicas. Que haya referentes artísticos involucrados y comprometidos me sirvió también para romper un cascarón que me encerraba en cierta mirada. Pero eso pasó hace mucho tiempo.

"Uno de los grandes aciertos de este proceso cultural es saber pensarnos más latinoamericanos, mostrarnos más latinoamericanos, con varios presidentes de la región que han sabido poner esa cuestión de la identidad latinoamericana adelante y levantarla como un valor"

- ¿Sentís que se modifica a partir de la gestión nacional una práctica en los Estados provinciales y municipales? ¿O son dos cosas que funcionan cada cual por su carril?

- Hay diferentes escenarios. Tuve la oportunidad de conocer diferentes provincias argentinas -algunas con mayor profundidad que otras- y ver diferentes realidades. En algunos casos creo que los Estados provinciales y municipales han reaccionado y trataron de sintonizar la frecuencia que impuso el Estado nacional. Hay otros que no. Creo que son procesos internos, diferentes temperaturas de gestión que tiene los guisos de cada provincia. Cada guiso se va cocinando con su temperatura y con sus ingredientes. Algunos han sabido incorporar procedimientos, esquemas de producción, acciones concretas y programas nacionales que tuvieron su replica provincial y me parece acertado, porque en definitiva todos esos actores nos encontramos en algún lugar dialogando, pero hay otros lugares que no. Entiendo que la historia dirá el rol de cada gobernante respecto de cada política. Ojalá que el mapa cultural teórico y práctico esté sintonizado. Si algo destaco en esto de replicar políticas es la capacidad que tuvo el gobierno nacional argentino de instalar esta visión sobre la cultura a nivel regional, yo detecto que Paraguay pensó en un modelo de gestión de Industrias Culturales como el argentino; el MIC- Sur que se hizo en Mar del Plata el año pasado y se hace el que viene en Bogotá, está basado en el MICA. Eso es algo que cualquier productor argentino lo toma con orgullo y algo que nos coloca en cierta oportunidad de saber que podemos ir a dialogar de igual a igual con otros países latinoamericanos.

- A partir de los viajes que realizás por Latinoamerica, ¿qué políticas se implementan en otro países  que valdría la pena traer acá?

- Hay un modelo muy interesante en Colombia generado a partir de una política pública pensada para posicionar la música colombiana en los mercados internacionales, música con fuerte contenido identitario. Creo que fue clave la incorporación de agentes privados como asesores de espacios de visibilizaión de la música colombiana. Eso podría ser replicado acá.

- ¿Agentes privados de la industria?

- No estoy hablando de corporaciones, son pequeñas productoras que están diseminadas por todo el mapa colombiano que terminan siendo actores clave dentro de un esquema de diseño de producción musical nacional. Nosotros estamos camino a eso con la Mesa Técnica de Música, donde yo, como director de un sello de la provincia de Formosa, tuve la oportunidad de sentarme en una mesa con la Ministra de Cultura (NdB: hoy ex ministra Teresa Parodi), con el presidente de CAPIF, el de SAGAI, con la gente de Pop Art, 300 Producciones, y dar mi punto de vista. Eso en Colombia ha evolucionado mucho más. Ojalá que pueda implementarse. Una mesa técnica donde uno pueda tener voz y voto sobre el diseño de contenidos y acciones de políticas públicas es alucinante.

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