Pensando las políticas culturales II. "Yo no veo una gran diferencia entre la política cultural de la Ciudad y la de Nación". Entrevista con Ana Wortman


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Quienes hacemos Patologías Culturales formamos parte activa del circuito cultural y artístico desde hace muchos años. Vivimos en Buenos Aires pero venimos de distintas provincias y ciudades del país, por lo tanto la idea de lo federal y de una política que no se quede mirando el Obelisco siempre nos desveló. Un buen día, no hace tanto, nos dimos cuenta de que no teníamos las herramientas necesarias como para poder formarnos una opinión respecto de las políticas culturales impulsadas por el Estado en los años del kirchnerismo. Por esa razón, en los últimos meses nos abocamos a realizar entrevistas a personas que según nuestro criterio tienen algo importante para aportar, ya sea porque estudian el tema, porque son gestores y artistas que viven aquí o lejos de Buenos Aires, o porque ocupan un lugar en la función pública.

Mientras estábamos terminando de hacer las entrevistas (todavía nos quedan algunas más por realizar), de desgrabarlas y de escribir una nota más abarcadora que las reuniera, ganó Mauricio Macri la presidencia de la Nación. Es posible que eso modifique nuestra percepción y la de los entrevistados. O no.

Es por ello que pedimos tengan en cuenta que todos los entrevistados hablaron y analizaron la política cultural desde un presente que excluía la posibilidad de la Alianza Cambiemos en el gobierno. 


Hace una semana publicamos la entrevista a Daniel Cholakian. Ahora es el turno de  Ana Wortman, socióloga, docente en la Facultad de Ciencias Sociales e investigadora del Instituto Gino Germani  en el área de Estudios Culturales. Trabaja estos temas desde hace muchos años y se pueden encontrar artículos y ponencias donde se pregunta por los cambios en los consumos culturales, las nuevas formas de circulación de los bienes culturales o por los dilemas de la democratización cultural en Argentina y en Brasil.

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- ¿Qué debe ser una política cultural impulsada desde el Estado?

- Debe tener en cuenta qué es lo que la sociedad ya hace en términos culturales. En Argentina hay mucha creatividad cultural tanto en los grandes centros urbanos (Buenos Aires, Rosario, Córdoba, Mendoza y tantos otros) como en ciudades más pequeñas. Gracias a la democracia hay una revitalización de espacios culturales y una tradición de cultura independiente que tiene una historia que hace a los procesos migratorios y a la diversidad cultural en general. Entonces, el Estado debe promover aquello que ya está, ayudarlo a que se sostenga y también incidir en lo que la industria cultural, el meinstream o el mercado no favorecen, como nuevas experiencias estéticas, experiencias juveniles, aquello que es menos rentable, que no es masivo y propone otras estéticas no comerciales. Ahí el Estado debe intervenir. 

- ¿En qué más debe intervenir?

- Creo que también debe hacerlo en la llamada formación de públicos, un tema que está dando vueltas en relación al cine argentino a partir del estímulo que se le dió. Si bien no parece ser un tema prioritario por el éxito que han tenido dos o tres películas, hay una gran producción de cine que lamentablemente está muy poco tiempo en las salas. Como parte de la política de financiamiento a los productores de cine se crearon las salas de exhibición como las salas INCAA, pero eso no generó necesariamente un público de cine argentino que pueda ver todo tipo de cine, sino que sigue viendo un  cine que tiene una gran poducción, promoción y publicidad, cuya distribución está hecha por empresas multinacionales. Relatos Salvajes, El secreto de sus ojos y El clan son buenas películas pero la distribución es de Fox, Warner o Paramounth, y esas son las que exceden las salas INCAA. La pregunta es cómo hacer para generar interés, ganas o deseo de ir a ver películas que son buenas pero no condicen con el gusto ya establecido. Hay películas que están sólo una semana. Me parece que la política cultural tiene que ir hacia allí para generar el interés por conocer algo alternativo.

- ¿De eso se trata también la democratización de los bienes culturales? ¿Democratizar en un sentido que puedan llegar a una mayor cantidad de público?

-  Democratización tiene que ver con hacer posible que la gente pueda disfrutar de eso que ya está consagrado. Por ejemplo, viene Baremboin y como una entrada al Colón sale 1000 pesos o más, si toca en el medio de la 9 de julio uno podría decir que esa sería una forma de democratización. Lo mismo si toca en un centro cultural estatal y es gratuito como los ciclos de Martha Argerich. Esa sería una forma. Pero también es democratización si se favorece que haya nuevos productores. O sea, uno puede hablar de democratización cultural en términos de producción y en téminos de consumo. El último tiempo se está empezando a apuntar a que haya nuevos productores que planteen nuevas estéticas, nuevas maneras de ver las cosas, utilicen nuevos materiales.

"Una política cultural debería intervenir también en los espacios de formación, que sean más abiertos, más plural, más inclusivos".

- En tu artículo "Dilemas de la democratización cultural en Argentina y en Brasil" relatás el proceso brasilero que empezó con la inclusión de una mayor cantidad de gente y siguió con una clase media que se fue expandiendo. Pero faltaba la inclusión cultural y citás a una ex Ministra de Cultura, Ana de Hollanda, que dijo que sin artistas no hay arte, haciendo hincapié en el Estado como incentivador de la creación, que es una de esas patas que mencionabas. Si hay más artistas, hay diversidad.

- Si. Lo que está apareciendo como fenómeno social es que hay cada vez más gente dedicada a hacer arte, por eso el éxito de las carreras de gestión cultural. Lo que se empieza a percibir es que si uno es un artista y crea un bien, hay una serie de intermediaciones que hacen que ese bien tenga éxito, se pueda convertir en una pequeña empresa cultural, sea conocido, etc. Eso es algo muy complejo que no lo puede hacer solo un escritor, por ejemplo. En una época se designaba a alguien en cultura porque era escritor o era un artista reconocido, pero no es solamente eso, hay toda una cosa de gestión y de producción de la cultura contemporánea que supone un conjunto de saberes, y si el Estado interviene en el área de formación hace a la democratización cultural. Yo creo que ahí falta todavía, porque si bien están estas carreras de grado y posgrado, todavía los artistas tienen dificultades en temas de formación. Lo que hay a nivel estatal (hablo de Buenos Aires) tiene deficiencias, entonces los que terminan yendo a los lugares de formación es la clase media alta que va a escuelas privadas de formación de productor musical. El UNA (Universidad Nacional de las Artes) tiene una área musical, pero yo no veo que el gobierno mejore esos espacios estatales. Lo mismo con las escuelas de cine, el ENERC es restrictiva y las privadas son carísimas. La nueva generación de directores de cine es de clase media alta, entonces eso incide en las representaciones que se hacen de lo social. No desmerzco lo que hay pero, en todo caso, limita ciertas miradas. Una política cultural debería intervenir también en los espacios de formación, que sean más abiertos, más plural, más inclusivos.

- ¿En ese sentido cuál es tu mirada sobre los 12 años de políticas culturales kirchneristas? Hay una pimera etapa con los Café Cultura, haciendo circular una serie de artistas y intelectuales por el país. Después hay una trasformación de la secretaría en ministerio, se va Coscia e ingresa Teresa Parodi. ¿Cuál es tu balance?

- Es difícil. Yo creo que se viene avanzando quizás lentamente. En el momento de los Café Cultura primaba la idea de hacer circular los artistas e intelectuales de Buenos Aires; una idea de democratización en el sentido difusionista, difundir lo que se hace en Buenos Aires, que está bien porque la gente que no es de acá cree que el centro de todo es Buenos Aires y hay que conocer eso, pero también hay que promover que aparezcan otros centros. Otra cosa que se decía es que la idea del café era muy porteña. En Misiones nadie se junta a tomar un café, quizás es más de la pampa gringa o Mendoza, pero habría que haber adaptado esa idea difusionista teniendo en cuenta la diversidad cultural de la argentina. Me parece que todavía no se tiene en cuenta eso. Hay una idea que prima de la cultura: la cultura es la cultura letrada y se produce en los cafés. Es muy europeo eso. Habermas hablaba de eso, la idea de una intelectualidad que surge en los diálogos en el café es muy de Paris y de Londres como espacios públicos, entonces es un poco vieja.

"En el momento de los Café Cultura primaba la idea de hacer circular los artistas e intelectuales de Buenos Aires; una idea de democratización en el sentido difusionista, difundir lo que se hace en Buenos Aires, que está bien porque la gente que no es de acá cree que el centro de todo es Buenos Aires y hay que conocer eso, pero también hay que promover que aparezcan otros centros".

- ¿Y te parece que desde las políticas culturales hubo cierta problematización de la identidad? Pienso en los festejos del Bicentenario y si los podemos pensar como una linea en esa dirección.

- Más allá de la identificación política de cada uno, hay una intencionalidad de repensar la cuestión de la identidad nacional y de repensar esto del Bicentenario. El Centanario era la refundación de una identidad nacional con muchos invitados europeos, había venido la infanta Isabel y era una fiesta hecha para mostrar al mundo. La fiesta del Bicentenario fue hecha para reconstruir una identidad nacional hacia adentro, no era tanto mostrar la Argentina al mundo, sino una Argentina para la inclusión social, para reconocer que no éramos sólo descendientes de europeos, sino también descendientes de pueblos originarios, de población africana, una Argentina de una diversidad cultural más compleja y no solo europea ¿no?

- En uno de tus artículos hacés una periodización y describís lo que pasa en los 90s. ¿Qué pasa? 

- Está de moda hablar de los 90s. Es complejo. El otro día estaba viendo esto de que votar a Macri es volver a los 90s y yo pensaba que los 90s también tiene que ver con el menemismo y no sé con qué político los podríamos identificar (risas). En los 90s pasaron muchas cosas, están mal connotados. Por un lado es neoliberalismo y desde el punto de vista de las políticas culturales sería un debilitamiento de la intervención del Estado en la acción cultural. Recuerdo que en Buenos Aires se redujo el presupuesto para los centros culturales barriales y esos trabajadores pasaron a ser contratados y no empleados con obras sociales. Y en ese contexto se dió la concentración mediática. La política cultural de esos años estuvo orientada a facilitar la concentración mediática y el menemismo se construyó en relación a dar una nueva imagen del poder y la política. Los políticos iban a la televisión a cada rato, aparece Tinelli. Los 90s están asociados a eso. Además disminuyen los consumos culturales, la gente deja de ir al cine o disminuye, a la vez que cambia la manera de exhibición con los complejos multiplex.

- Y si uno piensa lineas estéticas es en los 90s donde en el cine aparece lo que se llamó el nuevo cine argentino: Trapero, Pizza Birra y Faso, es decir, una nueva serie de estéticas que son posibles por ese momento, operan en ese momento... Vos después hablás de la experiencia post 2001 donde aparece una vitalidad cultural de la mano de los centros culturales independientes y lo alternativo; decís que hay una resistencia cultural que no termina de ser aniquilada. Y eso también es una manera de entrar a la primera parte de este siglo, a partir de aquellas prácticas de resistencia.

- Los 90s uno podría dividirlos en dos momentos. Hay un segundo período que es cuando se sanciona la ley del cine, en 1994. Ahí el Estado comienza a dar subsidios,  hasta ese momento el cine argentino nunca había sido subsidiado por el Estado. Eso ayuda y ahí hay una nueva generación, aparece otra imagen de la Argentina, Lucrecia Martel, el interior. Hasta ese momento aparecía el centro, ni siquiera Flores, sino el Obelisco. Me parece que lo interesante es que aparece una mirada más desencantada y deja de ser exclusivo de una clase media que además estaba estereotipada ¿no? Y en la segunda mitad de los 90s aparece la sociedad civil. Eso es muy interesante y se da en toda la argentina, es una política cultural surgida de la propia sociedad y hace a una tradición de teatros de distintas colectividades, centros culturales de los socialistas, los anarquistas...

- Se retoman ese tipo de tradiciones...

- Hay historia ahí. Si uno va a la Boca, lugares que estaban abandonados los recuperaron. Quizás los que lo recuperan ni saben, pero hay algo en el imaginario que hace a... sin un mango.

"La pregunta es cómo hacer para generar interés, ganas o deseo de ir a ver películas que son buenas pero no condicen con el gusto ya establecido".

- ¿Y cómo ves la política cultural en la ciudad?

- Yo no veo una gran diferencia entre ciudad y Nación, quizás sí en el discurso porque el gobierno kirchnerista hace referencia al rel... al tema de la historia, a cómo mirar la Argentina, la identidad nacional. Pienso en La Usina del Arte. Si uno mira espacialmente no tendría mucho sentido porque está cerca del Centro Cultural Kirchner y también está la idea de democratizar el acceso a Martha Argerich u otras expresiones de formas alternativas. No sé, habría que estudiarlo con más detenimiento, pero es medio parecido. Tampoco veo que le presten mucha atención a la formación, no le da importancia a la democratización de la formación. Quizás hay una mirada estereotipada de la ciudad: en Mataderos lo gauchesco con la feria, como si la gente de Mataderos no pudiera conocer otras cosas.

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