Patologías Culturales programa 245

"Los canatautores del cuenca del plata se encuentran en proceso de construcción de un estilo de canción que tiene como característica la diversidad. Resulta imposible, aún para su público, sus críticos, y para ellos mismos rotularlo pues responde a la síntesis personal que cada uno hace de los estímulos externos e internos que recibe y genera.


Reman contra la corriente, creando en primer lugar un espacio vacío en lo que se refiere al estilo, al tiempo, al contexto, para que en ese silencio explte la chispa que genera una idea sensible y original.


Comete un error el que pretende definir a la canción de autor que brota en estos tiempos, en estos lugares, cuando busca la genealogía de influencias musicales y poéticas. El cantautor hoy está abriendo demasiados frentes de búsqued que no se resumen en lo musical. Y de todos esos frentes opuestos y diversos está construyendo un territorio común en donde manifestar una verdad íntima y personal que lo identifica con su tiempo, su lugar, sus colegas, su público y su contexto social.


(Pablo Grinjot, en Inalámbrica, agosto 2007)


En qué estamos


Todo surgió pensando cuáles podían ser los mejores discos de 2009. O los mejores temas. Y resultó que nos fue bastante dificil encontrar uno que al escucharlo digamos: Es este! Me refiero a discos, porque temas hay. ¿Y porqué será que cuesta encontrar algo actual que te deje paralizado? No digo una obra descollante, pero sí que al mencionar lo mejor del año salga el nombre de EL disco inmediatamente y no haya que estar 5 minutos pensando y diciendo: ¿Este disco se editó este año? ¿Y el otro? Hasta que en algún momento paramos y decimos: Si estamos pensando tanto y se nos confunden las fechas debe ser que no hay ¿no?


Y esto nos llevó entonces a preguntarnos por la actualidad de la música en general, por los nuevos, los viejos, el presente, el pasado, la tradición, las marcas, los sponsors, los festivales, los subsidios, los sellos discográficos. No es una pregunta nueva, llevamos años haciéndola. Sucede que a esas preguntas se les agregan otras: ¿Qué pasa con los músicos de rock y su música? ¿En qué andan? ¿Se piensan a sí mismos? ¿Transitan la época mirándola por televisión? ¿Qué opinarán de un disco como Artaud, por ejemplo? Y si les gusta o les parece el mejor disco de la historia del rock argentino (como votaron en algún suplemento)... ¿porqué es que no se nota en NADA esa influencia?


Hace poco en nuestros estudios estuvieron los integrantes de la banda José Miel. Sebastián Diaz Romero y Leandro Díaz Romero. Y Sebastián se animó a decir algo que no he escuchado con frecuencia: "A nosotros nos falta dar ese pasito más allá, un paso que por una cuestión de comodidad o falta de sentido del riesgo no damos. Tenemos que dejar de hablar desde Palermo y para Palermo y sus barrios cercanos para hablarle a todos. Y no lo digo como el que mira desde afuera y evalúa, yo me meto dentro de esa descripción".


A mí esa declaración me pareció muy valiente, porque implica meterse adentro del problema. Y allí la otra cuestión: para muchos el lugar que ocupan no es un problema ni deja de serlo, es lo que les toca y no lo piensan.


Pero para no quedarme poniendo la lupa sobre los músicos voy a ponerla sobre los peridistas o comunicadores de la música: ¿Porqué los periodistas de rock (no digamos críticos que a esta altura son una especie en extinción) cuando entrevistan y preguntan en realidad no entrevistan ni preguntan, sólo se limitan a pasar gacetillas o describir las habitaciones y vestimentas de los músicos con una presición que no aplican a la hora de hablar de música?


¿Porqué ya no me sorprende para nada leer comentarios de discos en -por ejemplo- Rolling Stone y de antemano saber lo que al firmante le va a parecer ese CD? ¿Porqué hay pocas revistas en las que se pueda leer una entrevista extensa y rica como las que se hacían en Expreso imaginario? Hay algo de lo que definitivamente nos debemos hacer cargo: muchas veces los músicos contestan lo que contestan porque los periodistas preguntamos lo que preguntamos, es decir que no sólo no encontramos disco del año sino tampoco periodista de rock de la década, no digo ya del año.


Repasando estos temas pensaba en alguien que me pudiera aclarar la cuestión desde adentro. Paradójicamente conozco más músicos que periodistas (a nivel de trato personal) y hasta me atrevo a decir que los músicos tienen más clara la situación -como lo dice ese texto que escribió Grinjot- que los propios periodistas. No hay periodistas (hago la salvedad de mis compañeros de La Tribu, Miguel Grinberg con su porgrama en radio Nacional, Jorge Pistochi y alguno que otro más) que estén dispuestos a hablar sin concesiones sobre lo que sucede con su oficio. Por ejemplo: ¿Es posible trabajar en Rolling Stone y sostener sin que nadie se ría que son la revista que refleja o representa a la cultura joven? ¿Tiene alguien la necesidad en alguna de esas revistas, allí adentro, de decir que al rock se lo comió el sistema hace rato o es imposible poder siquiera deslizar algo así porque se baja Levi's? ¿En serio alguien cree que la película de Kapanga, el disco nuevo de Cordera, el nuevo de Estelares, lo que hace Jorge Serrano o No lo soporto tienen un peso artístico-musical-poético como pensar que pasa ALGO?

Yo soy de los que cree que pasa algo, a mi me entusiasma lo que está sucediendo con una escena de cantautores, bandas y orquestas que se me presentan como lo más interesante del momento pero que aún les falta ese que se yo como para dejar su estela. Como decía, los músicos de la nueva generación tienen mayor autocrítica, saben de sus limitaciones, y si bien todavía no han generado una gran obra, muchos de ellos creo que van por el camino correcto. El tema es cómo trascender ese cerco que hace que todos ocupemos un lugar marginal. Sabemos que ocupamos un lugar marginal, ok. Ahora, eso no debe hacer que nos quedemos cómdos en ese lugar mientras vemos como las bandas que supuestamente marcan la tendencia se han secado (si es que alguna vez estuvieron mojadas).



La seguimos después... o mañana en el programa.


Son tantos los matices que comprenden la actitud creativa de la música nacional -entiendo que en esa actitud existe un compromiso con el contexto cósmico humano-, son tantos los pasos que sucesivamente deforman los proyectos, incluso los más elementales como ser mostrar una música, reunira mentes libres en un recital, producir en suma algún sonido entre la mañana complacienta y sobremuda que:
EL QUE RECIBE DEBE COMPRENDER DEFINITIVAMENTE QUE LOS PROYECTOS EN MATERIA DE ROCK ARGENTINO NACEN DE UN INSTINTO.
Por lo tanto: el rock no le concierne a ciertas músicas que aparentemente INTUIDAS POR LAS NATURALEZAS DE QUIENES LAS EJECUTAN siguen guardando una actitud paternalista, tradicional en el sentido enfermo de la tradición, formulista, mitómana y en la última floración de esta contaminación, sencillamente "facha".

Sólo en la muerte muere el instinto. Por lo tanto si este se mantiene invariable, adjunto a la condición humana a la que necesitamos modificar para reiluminarnos masivamente, quiere decir que tal instinto es la vida.
El rock no es solamente una forma determinada de ritmo o melodía. Es el impulso natural de dilucidar a través de una liberación total los conocimientos profundos a los cuales, dada la represión, el hombre cualquier no tiene acceso.
El rock muere sólo para aquellos que intentaron reemplazar ese instinto por expresiones de lo superficial, por lo tanto lo que proviene de ellos sigue manteniendo represiones, con lo cual sólo estimulan EL CAMBIO exterior y contrarevolucionario. Y no hay cambio posible entre opciones que taponan la opción de la liberación interior.
En todo caso cierta estereotipación en los gustos de los músicos debería liberarse y alcanzar otra luz. El instinto muere en la muerte, repito. El rock es el instinto de vivir y en ese descaro y en ese compromiso. Si se habla de muerte, se habla de muerte. Si se habla de vivir, VIDA.
Más vale que los rockeros, cualesquiera sean sus tendencias ( entre las cuales por lo que se entiende instinto del Rock no hay mayores contradicciones) jamás se topen con los personajes hijos de puta demonios colaterales del gran estupefaciente de la represión que pretende conducirnos por el camino de la profesionalidad.
Porque en esa profesionalidad se establece- y aquí entran a tallartodas las infinitas contusiones por las que se debe pasar hasta llegar a dar- un juego que contradice a la liberación, que pudre el instinto, que modifica como un cancer incotenible la piel de la idea original creada hasta hacerla, en algunos casos, hacerla pasar a través de un tamiz en el que la energía totalizadora de ese nuevo lenguaje abandona la sustancia integral que el músico dispuso por instinto en el momento de crear, y luego esa abortación está presnte en los escenarios, en la afinación, hasta en la imagen exterior del mensaje cuando por fin se hace posible verlo.
Tengo conciencia de que el público ve esta debilidad y no se libera: sufre.
Luego esta ausencia de totalidad, esa parcialidad, es el negocio del rock.
El negocio del cual viven muchos a costa de los músicos, poetas, autores y hombres creativos en general.
O sea, esta difamación de proyectos solo adquiere relieve esa "ganancia" que representa haber ejecutado el negocio, y solamente en ese nivel hay una aparente eficacia. Es la parcialidad de pretender que algo que es de todos termina en definidas cuentas en manos de aquellos bastardos de siempre.
Este mal, por último rebote, cae nuevamente en la nuca de los músicos y los hace pelota.
Luego de participar en el juego, son muy pocos los que aún permanecen con fuerzas para impedir la trampa al repetir una y otra vez el juego mediante el cuel expresarse, o simplemente arriesgar en el precipicio de la deformación un mensaje que por instintivo es puro y debería llegar al que lo recibe tal cual nació. Este juego pareciera ser el único posible (hay mentalidades que nos fuerzan a que sea así). Lo importante es que hay otros caminos.
Luego de haber caído tantas veces antes de ejecutar esa caída final, parábola definitiva en la que se cierran los cerebros para no amar ni dar, hay muy pocos músicos que pueden seguir conservando ese instinto.
DENUNCIA
SIN EL LÍMITE DE LA DENUNCIA
A LO QUE NO RECIBE DENUNCIA
A LO QUE LA DENUNCIA TRASPASA
A ALGO PEOR QUE LA DENUNCIA MISMA
Denuncio a los representantes y productores en general, y a los merodeadores de éstos sin excepción, por indefinición ideológica y especulación compercial.
Ya que estos no se diferencian de los patrones de empresas que resultan explotadores de sus obreros. O sea, por ser los engranajes de un pensamiento de liberación a quienes no les interesa que toda la pieza se mueva, dado que al producirse el más mínimo movimiento, serían los primeros en autoreprimirse y dejarían por tanto de participar en la cosa.
Denuncio a ciertas agrupaciones musicales que se alimentan con esas mentalidades no libres, a pesar de contar con el apoyo del público de mente libre.
Denuncio a otros grupos musicales por repetitivos y parasitarios, por atentar contra la música amplia y desprejuiciada, estableciendo mitos con imágenes calcadas de otras músicas que son tan importantes como las que ellos no se atreven a crear ni sentir.
Denuncio a los tildadores de lo extranjerizante porque reprimen la información necesaria de músicas y actitudes creativas que se dan en otras partes del planeta, y porque consideran que los músicos argentinos no pueden identificarse cn sentimientos hoy día universales. Además es de prever que si estos señores desconocen que la argentina provee a su música nuevos contenidos nativos, ellos mismos están minimizando la riqueza de una creación local apenas florecida.
Denuncio a otras mentalidades por elitistas y pronosticadoras de la muerte de algo que por instintivo no puede morir antes que la vida misma.
Denuncio a las editoriales "fachas" por distribuir información falsa en sí misma y por deformar la información verdadera para hacerla coincidir con las otras mentalidades a las que denuncio.
Denuncio a los partícipes de toda forma de represión por represores y a la represión en sí por atañir a la destrucción de la especie.
Denuncio finalmente a mi yo enfermo por impedir que mi centro de energía esencial domine este lenguaje al punto de que provoque una total transformación en mi y en quién se acerque a esto.
El rock, música dura, cambia y se modifica, es un instinto de transformación.
Luis Alberto Spinetta.

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