Charly García en Chile: Bien Igual


Dedicatoria a Mercedes Sosa, una banda impecable, las manos sobre el piano y las letra de siempre. ¿Otro Charly? Ni dudas ni reproches entre el público chileno. Simplemente el mejor reencuentro.

Por Andrés Del Brutto
Periodista
Desde Santiago de Chile, especial para Patologías Culturales

"¡Pero Charly todavía tiene la voz hecha mierda!", me comenta un colega al escuchar fragmentos de Yendo de la cama al linving que un portal de noticias subió a internet. La reacción me ayuda a cerrar algunas reflexiones que nacieron en la previa del concierto y que maduraron mientras volví a escuchar a García en vivo.
Es cierto -pienso- no es la voz de Sui Generis. Tamoco vale conformarse con un patético "¡Vamos, al menos todavía puede cantar!" Nada de eso.
Las entradas no se agotaron. El Arena Santiago es un gimnasio similar a los usados en Estados Unidos para grandes conciertos y espectáculos deportivos como la NBA donde brilla un tal Ginóbilli. 13 mil personas en su máxima capacidad. Cerca de 9 mil llegaron la noche del viernes 2 de octubre para el reencuentro. ¿Quienes? El común denominador con los conciertos de Fito Páez en Chile: desde quinceañeros que recién aprenden a escucharlo hasta los que llevan tres décadas musicalizando su vida con estos músicos en sus walkman.
Un trapo colgado en las tribunas más baratas -las más completas en su capacidad- rezaba: "GRACIAS X VOLVER CHARLY. SNM". Ni la voz ni el piano ni el aguante hecho mierda. No hubo reproche alguno.
La cancha partida en dos: general y VIP, invento marketero para que la cercanía con el escenario sea más cara. Aquello de llegar tres o cuatro horas antes, prácticamente a charlar con el portero, quedó en el olvido. ¿Acaso no era un triunfo personal quedar adelante? Alguna vez lo hice, la última cuando Charly y Nito resucitaron lo que quedaba de Sui Generis en el 2000 para reventar el Velódromo del Estadio Nacional de Santiago con un impecable repaso de lo mejor de sus obras. Esta noche, la del reencuentro, los chicos se rompían las manos aplaudiendo y chiflando.
Volviendo a frases que escuché en el camino, la de "parece un abuelo, dan ganas de abrazarlo" se repitió seguido. La sensación era compartida y nace en el aspecto que a esta edad Charly nunca había lucido una imagen tan inédita como conmovedora para quienes lo han seguido por un buen tiempo. Las justificaciones siempre fueron discutidas; antes podía estar atentando contra su salud, pero el peso de su obra anterior y una que otra presentación lúcida generaban un "sólo él puede caminar por la cornisa de esa manera". Esta vez fue un periodista del diario La Tercera el que preguntó al público: "¿Charly drogado o así como está, cuál prefieren?" No creo que sea necesario comentar algo al respecto. Más bien recordé el prólogo de Sergio Marchi en la reedición de No digas Nada, la biografía del Charly amigo con el que tocó batería pero al que ahora señalaba en sus errores. O en los errores de quienes lo rodeaban, Marchi entre ellos. En fin, no apunto a Marchi, él comentaba cómo habían cambiado alguna de sus opiniones o cómo miraba de otra forma en el tiempo que pasó entre una y otra edición.
Escucho ahora las frases de los temas de Charly, cobran vida en su voz y vuelven a significarse. Parece una película de su vida en clips de tres minutos. "Yo no sé bien qué es / vos dirás Son intuiciones / verdaderas alertas"; "Ya no quiero vivir así / repitiendo las agonías del pasado"; "Los carceleros de la humanidad / no me atraparán dos veces con la misma red". Sacadas de contexto o medidas con su imagen sobre el escenario, estas palabras cuentan una historia que no pudo haber sido planeada de esta manera.
Las reflexiones viajan desde mi asiento en la tribuna y frente a una banda de lujo. Vön Quintiero, Samalea y Lizarazu, realeza del rock argentino interpretando genialmente junto al piano que García abandonó en contados temas. "Los red hot chilean peppers" - como alguna vez Charly bautizó a los músicos chilenos que lo acompañan- hacen su parte, más que un simple soporte. Curiosidad al margen, la presentación bautismal de charly con los "Chilean" ocurrió en el escenario del Estudio 54, discoteque del barrio de Vitacura en Santiago. Charly viajó entonces sólo acompañado por María Gabriela Epúmer, los músicos de la banda del dueño del boliche completaron la formación. Aquella vez Charly saltó sobre el público y cayó sobre quienes estábamos más cerca del escenario. "¡Subanme chicos!", gritó antes de incorporarse sobre el piano para completar unas tres horas de presentación.
Aquella del 2001 fue una noche de Jacks daniels y quién sabe qué otra sustancia. La de octubre de 2009 fue la del recuerdo de Mercedes Sosa en Rezo por vos y en Inconsciente Colectivo. La de la dedicatoria final de Los dinosaurios para el dictador Pinochet. La de sus músicos celebrando eufóricos al terminar el bis. La noche del reencuentro.
Me pregunto: ¿Habrá que cambiar de opinión? Estas letras no son diferentes. ¿Acaso no vuelven a decir lo mismo que años atrás? Charly responde: Deberías saber porqué.

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